¿Está mejor la sanidad catalana que la capitalina, que ha vivido algunas protestas en los últimos días? En absoluto. Y, en algunos terrenos, mucho peor. Cojan el caso de Mari Carmen Velasco, la madre coraje que a base de insistir ha conseguido que la nueva síndica de greuges abra una investigación por los retrasos de la Consejería de Salud en las evaluaciones por posible mala praxis médica en Cataluña. Porque las hay, y muchas, admite la oficina del Síndic. Y con ello se evitan pagos.
Nadie, o muy pocos, habían afeado hasta ahora a la sanidad catalana su sistema de examen y posible compensación a los pacientes y a sus familias que sufren un error médico. Este medio dio cuenta de la fuga de la aseguradora Zurich en 2017 y de su sustitución por el voraz grupo francés Sham, la aseguradora que hace las veces de cloaca del sistema sanitario en la autonomía. Lo pleitea absolutamente todo.
Entre los valientes que denuncian figuran un puñado de abogados y de activistas a los que ahora se ha incorporado Mari Carmen. Esta ciudanana vivió una presunta --porque está bajo investigación-- negligencia médica en el Hospital Sant Jaume de Calella el 21 de octubre de 2022. Nadie fue capaz de atinar que su pequeña de cuatro años sufría una grave infección que, de no tratarse, podía ser mortal. En urgencias la enviaron a casa entre circunstancias sospechosas.
Horas más tarde, en Sant Joan de Déu era operada a vida o muerte. Pasaría 15 días en la UCI, donde estuvo de nuevo al borde de la muerte.
Su familiar ha iniciado una batalla que la honra para que se aclaren los hechos, se depuren responsabilidades y que "no le pase a más gente". Un combate que, por ahora, ya ha conseguido una victoria que beneficia a mucha gente. Se ha dirigido al CatSalut, al Síndic y a Fiscalía. La gran aseguradora pública catalana no dice esta boca es mía. El Síndic de Greuges, una vez ha dejado atrás la etapa de piscinas en el tejado, sí. Investiga de oficio. A su vez, el ministerio público, al que la ciudadana acudió vía El Defensor del Paciente, examina si hubo posible delito en Calella.
Acabe como acabe, y no corresponde en esta columna prejuzgar ninguno de los tres procesos, los dos administrativos y las diligencias penales, el caso de Mari Carmen debería hacer ruborizar a más de uno en la sanidad catalana. Los dos primeros candidatos son los doctores Lluís Franch y Joan Guix, gerente y presidente del consorcio del Hospital de Calella, respectivamente.
El papel de estos dos galenos metidos a gestor sanitario --vinculados a un determinado partido, por cierto-- en el caso de la niña de cuatro años es poco más que vergonzante. En lugar de abrir un proceso de mediación con la familia, pedir disculpas y acometer reformas o cambios en el centro sanitario para evitar que ningún otro paciente pase por lo mismo, han cerrado filas con su equipo médico como si bregaran contra un enemigo externo. Han recorrido al telón, al búnker.
Es lo más sencillo. La zona de confort, pero un final triste a su carrera laboral, cuando Guix ya venía de avisarnos a los y las catalanas de que el Covid difícilmente llegaría al territorio y que, si lo hacía, mataría menos que la gripe. Dos años después, hay 20.700 fallecidos.
A tenor de lo que dice la nueva síndica, muchos en el CatSalut, el verdadero motor del Departamento de Salud --atentos al doctor Ramon Canal y a Alfredo García, nuevos director y subdirector del ente-- también deberían hacer propósito de enmienda. Si se han escamoteado evaluaciones para evitar que su aseguradora pagara compensaciones --son "numerosas" las quejas, dice el Síndic-- y después subiera la prima, debería rodar más de una cabeza. Al menos si se es consistente con que el relato sigue siendo el de la Generalitat republicana, cuyo foco son las personas.
Y a todos aquellos que pudieron hacer algo más y no lo hicieron. Sí, hay que arropar a los sanitarios, claro está. Trasladar los aplausos a hechos, sobre todo palpables, en condiciones de trabajo. Pero también hay que cuidar a los pacientes. Y no consta que a día de hoy, 13 meses después de que Mari Carmen llevara a su hija al Hospital --público-- de Calella y la enviaran a casa para horas después ingresar totalmente descompensada en Sant Joan de Déu, alguien se haya disculpado desde el Maresme o desde el pabellón Ave María de Travessera de Les Corts.
En el caso de Calella, son muchos los que tienen que hablar y callan. Y quizá en Madrid son muchos, sí, pero una sencilla exploración con el fonendo no indica que en Cataluña estemos mejor, sino al contrario. Ha bastado una sola mujer llamada Mari Carmen para sacar las vergüenzas a más de uno en la sanidad regional.
Por ello, recuerden su nombre: se llama Mari Carmen.