Barcelona es una gran ciudad. En los últimos 30 años ha tenido la capacidad de reinventarse a sí misma y reclamar un lugar en el ámbito internacional. Incluso la inseguridad que ha marcado el verano es un signo de gran urbe (cuestión aparte es el papel de la Generalitat y el ayuntamiento en atajarla). Pero en la actualidad vive de rentas y requiere un plan de futuro.

Por suerte para todos, esto no será una tarea exclusivamente política. En Barcelona existe una intensa actividad de lo que mal llamamos sociedad civil enfocada a ello. Formada en este caso por un compendio de empresarios y profesionales liberales que ya marcaron un hito al crear y posicionar la marca Barcelona en todo el mundo. El punto de partida de Barcelona Global.

El problema es que los casos prácticos de éxito llegan a poco más que esto. Llevamos años anclados en el proceso de repensar la ciudad, pero nadie ha conseguido que el análisis llegue a la fase de conclusiones. Los múltiples foros donde se aborda esta cuestión, el último de ellos el recién inaugurado Barcelona Futur, se han convertido en espacios con ideas y discursos repetidos que poco aportan. Buenos para una foto en que se muestre que aún no se ha tirado la toalla y que algunos pueden usar como promoción personal, pero sin que eso lleve a que surjan ideas novedosas.

Más, desde que se tiene que dejar clara de entrada la no politización de este tipo de espacios. Apostar por un futuro más próspero para una urbe no tiene ninguna bandera y se puede abordar desde cualquier ideología, pero en el momento actual en Cataluña se debe especificar. Otra pérdida de tiempo.

Incluso algunos quieren avanzar con la organización de un nuevo gran evento. Funcionó con los Juegos Olímpicos y en menor medida con el Fórum, que sirvió para coser una parte de olvidada de la ciudad (con el 22@ incluido), pero los tiempos han cambiado.

¿Puede una ciudad del siglo XXI crecer a golpe de efecto? Más que eso, se requiere un plan definido que sea capaz de convencer a los partidos municipales y se pueda llevar a cabo. Menos repensar y repetir discursos manidos y más actuar.