Cada vez que la política catalana parece que ha tocado fondo, aparecen nuevos socavones que demuestran que siempre es posible caer más bajo. Y en ese escenario nos encontramos.

Faltan dos días para que el Tribunal Supremo celebre la vista que --probablemente-- confirmará la inhabilitación del presidente de la Generalitat, Quim Torra, por desobedecer a la Junta Electoral Central, y la respuesta que traman los nacionalistas a tamaña afrenta no es muy tranquilizadora.

Sumido en plena batalla contra ERC y contra el PDECat, Puigdemont está dispuesto a causar los estragos que sean necesarios en la vida política parlamentaria catalana con tal de infligir el mayor daño posible tanto a los de Junqueras como a su antiguo partido.

Así, su valido Torra ya ha dejado claro que, una vez sea apartado del poder, los independentistas no deben pactar un sustituto, impidiendo al vicepresidente Pere Aragonès (ERC) que asuma el cargo y lo rentabilice electoralmente. El caballero de la triste figura también ha amenazado con desobedecer la inhabilitación, suponemos que atrincherándose en el Palau de la Generalitat para ser desalojado por los Mossos.

En cualquier caso, la situación de bloqueo que se producirá en los próximos días tiene mala pinta. JxCat tratará de alargarla al máximo, pues creen que lo mejor para ellos es retrasar las elecciones todo lo que puedan. Y, según los juristas del Parlament, este marco de inestabilidad podría prolongarse hasta cuatro meses y medio (diez días desde la inhabilitación hasta que Torrent proponga un candidato; dos meses para que este logre los apoyos para ser investido --o se constate que no hay ninguno--; y, en el previsible caso de no lograrlo, dos meses para la celebración de los comicios).

Pero la cosa todavía puede ser peor. Antes de ser inhabilitado, Torra podría nombrar a Laura Borràs consejera jefe del Govern, con el encargo de actuar durante esos meses como presidenta de facto, marcando de cerca a Aragonès, que sería el presidente en funciones. Algo así como la valida del valido.

Lo más grave de este escenario no es que Borràs esté con el agua al cuello por unos asuntillos de presunta corrupción --el Tribunal Supremo la investiga por malversación, prevaricación, fraude y falsedad documental, después de que la pillaran fraccionando sospechosamente unas adjudicaciones a un amiguete--.

Lo terrorífico de la situación es que Borràs, que se encargaría de gestionar una administración con un presupuesto de más de 36.000 millones de euros, presenta una trayectoria más que deficiente y con poca experiencia a este nivel. Su bagaje como política solo destaca por su fanatismo independentista, su arraigada hispanofobia y su radicalismo a la hora de cargar contra sus adversarios. De hecho, la diputada neoconvergente siempre ha actuado más como una activista que como una política.

¿Se imaginan a un personaje como Borràs liderando durante meses la lucha de la Generalitat contra la pandemia del coronavirus y por la reactivación de la economía? Pues en la Cataluña actual todo es posible.