El centroderecha en España es más necesario que nunca. En un momento de grandes transformaciones, con una crisis enorme en el ámbito de la representación política, con el auge de populismos que sólo buscan ahondar en las fracturas sociales, los pasos que pueda dar el PP serán determinantes para el futuro del país. El partido que dirige Pablo Casado afronta ahora dos elecciones que ofrecerán muchas pistas para poder establecer un claro diagnóstico: Alberto Nuñez Feijóo y Alfonso Alonso, en Galicia y en el País Vasco, forman parte de un cuerpo doctrinal que huye de los extremismos, que, desde un liberalismo conservador, puede aportar grandes dosis de sentido común no solo a sus respectivas comunidades autónomas, sino al conjunto del país.
Cuando se les pregunta a los dirigentes del PP, a sus cuadros y a sus responsables en los distintos Gobiernos sobre la razón de aparecer siempre como el partido del ‘no’, la respuesta siempre es muy esquiva. De ninguna manera, señalan. El PP, insisten, ha liderado reformas en España. Es cierto: en el campo económico, pero no tanto en el social o el territorial. En ese terreno, el PP siempre aparece como una fuerza política que arrastra los pies. ¿Y por qué no podría cambiar esa actitud?
En Cataluña, Alejandro Fernández tiene claro que toca rehacer ese cuerpo doctrinal. También Pablo Casado. El líder del PP escucha a muchos interlocutores en las últimas semanas. Personas muy diferentes, que exponen sus puntos de vista sobre la relación que debería tener Casado con Vox o ante el problema de Cataluña. Y eso es positivo. Casado parece no tener prejuicios. ¿Pero en qué momento comenzará a actuar?
España necesita un nuevo PP que sepa cómo relacionarse con las energías limpias, con el ecologismo, con las nuevas relaciones afectivas, con un mundo nuevo. ¿Eso le llevaría a perder su identidad? Es una pregunta que se hace todo el mundo liberal-conservador, en todas las democracias occidentales. La izquierda también ha entrado en ese bucle, pero ha interiorizado algunas carpetas sociales y económicas que, precisamente porque ese centroderecha las ha dejado de lado, se ha hecho propias.
Lo señala el exalcalde de Barcelona, Jordi Hereu, en una entrevista este domingo en Crónica Global, al pedir una transformación de España que pase por las ciudades, por valorar mejor la diversidad. Sería un terreno en el que se podría sentir cómodo un partido de centro liberal, como explica en sus artículos e intervenciones públicas el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós, que afirma sin sonrojarse que no entiende que sea un problema reconocer a Cataluña como nación.
¿No podría el PP ser el adalid de un mejor reparto del poder en España, y no deberíamos pensar sólo en Cataluña, sino en otros muchos territorios que han perdido potencia en los últimos 30 años? ¿Por qué la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, fue la que recurrió el traslado de la CMT a Barcelona, que había impulsado el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero? ¿Es inviable pensar que la decisión podía haber salido de un Gobierno del PP? En el recurso, ante el Tribunal Supremo, el consejero de Economía, Fernando Merry del Val, señaló (2005) que la medida constituía una “deportación arbitraria realizada únicamente por motivos políticos”. ¿Deportación?
Ese espíritu es lo que debería cambiar el PP. Se necesita un centroderecha que colabore, que lidere, que impulse reformas, y que no tenga miedos, que no mire de reojo a Vox, y que tenga personalidad. En España el PP sigue siendo un elemento estructural, una columna del sistema democrático, junto al PSOE. Y aunque los sistemas políticos evolucionan y hay ahora nuevos actores, lo que representa el partido de Casado es demasiado importante como para orillarlo o pensar que todo se puede hacer sin él. Ni habrá reformas económicas estructurales, como la urgente renovación del Pacto de Toledo sobre las pensiones, ni acuerdos internos en Cataluña, ni un anclaje de España en la Unión Europea post Brexit sin el concurso del PP. De un nuevo PP, de centro liberal, desacomplejado, libre, moderno, amante de la diversidad, como todo liberal que se precie.