Clara Ponsatí ha salido estos días de su escondite para presentar su libro Molts i ningú y alargar la lista de títulos que los independentistas –los condenados, los fugados y otros aprovechados– han publicado desde el 1-O. Hay que ver lo barato que les ha salido el pulso al Estado, la fractura social, el empobrecimiento y cómo siguen exprimiendo para beneficio propio aquellos terribles días a los que nos empujaron también por intereses personales.

En cualquier caso, y con la excusa de la obra, esta mujer de ojos saltones protegidos tras unos cristales redondos sin montura y pelo corto y cano se ha quitado la careta, si es que alguna vez la llevó puesta, y ha afirmado que la independencia de Cataluña bien vale la vida de una persona. ¿La suya? No, la suya no, si ni siquiera tuvo el valor de responder ante la justicia española tras el 1-O –ella era la consejera de Educación entonces–, ya que huyó cual Correcaminos ante la amenaza del Coyote. Curiosa su manera de enfrentarse a los problemas.

No deja de sorprender, pues, el plural que emplea Ponsatí para referirse a estos hechos: “Yo también lo creía, podía haber sangre, pero si ellos [el Estado] estaban dispuestos a hacerlo, nosotros debíamos estar dispuestos a pagarlo. Retirarse porque ellos amenazan es aceptar la violencia”. Sobre qué es la violencia y quién la ejerció en 2017 podríamos debatir horas. En todo caso, Ponsatí no predicó con el ejemplo, no. Asimismo, la valiente fugada añade que la posibilidad de que haya muertos en otro hipotético pulso por la independencia es “un riesgo que debe correrse”, ya que si el mundo se moviera por los miedos nadie nunca haría “nada”. Quién iba a decir que esos finos labios escondían semejantes fauces.

Ponsatí siempre se ha mantenido fiel a Carles Puigdemont, el líder del sector más radical del separatismo, si bien el vecino más mencionado de Waterloo ha reconocido hace poco que no había “nada preparado” cuando declaró la independencia interruptus, esos infames y ridículos, pero muy tensos, ocho segundos en los que el president sugirió la ruptura del país –la fronteriza, porque la sociedad ya estaba hecha añicos–. Por el contrario, la exconsejera de Educación ha subido la apuesta en esta mano de la timba de póquer y se ha mostrado a favor de sacrificar la vida de otros para ella vivir mejor. Ya no va de “farol”, algo que sí hizo el movimiento independentista en octubre del 2017, según reconoció la misma Ponsatí hace unos meses. Cuidado con ella.