Realidad. Sentido de la realidad y coraje. Son dos características que debería tener un buen dirigente político. En tiempos de tanta incertidumbre, de dificultades para el poder político, que no sabe cómo atender las nuevas demandas sociales, lo que intenta Pedro Sánchez en España puede ser positivo, al margen de que pueda ser la única alternativa que se le presenta. ¿Por qué?
Sánchez ha iniciado las negociaciones con Esquerra Republicana, un partido antipático para muchos ciudadanos de toda España, que no entienden las decisiones de los republicanos ni sus periódicas salidas de tono. Es un paso arriesgado, que puede poner las cosas muy difíciles a los socialistas a medio plazo.
Un votante del PSOE, que es un español medio, como muy bien analizó el sociólogo y alcalde de Alcañiz Ignacio Urquizu en su libro ¿Cómo somos? Un relato de la gente corriente (Deusto), no entiende que un responsable de un partido democrático en España no asista a la entrevista, tasada en la Constitución, con el Rey de España, que es el jefe del Estado. Son gestos, son decisiones que irritan, y que en muchas ocasiones desde Cataluña no se tienen en cuenta. A todo ello hay que añadir los excesos verbales y lo que ocurrió en octubre de 2017, con responsables que tomaron decisiones muy equivocadas como Oriol Junqueras.
Sin embargo, Sánchez ha asumido el reto. Y eso muestra la voluntad de aceptar la realidad. Lo ha señalado el ministro de Fomento y secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, con gran crudeza, al admitir que existe un “conflicto político”. Lo es desde el momento en el que dos millones de personas votan opciones independentistas, y mantienen de forma sostenida ese voto. Sin saltarse ninguna ley, eso obliga a un diálogo político permanente, y, principalmente, a ganar espacios de confianza. Esa misma posición la defiende el exministro de Economía del PSOE Carlos Solchaga, que no duda en avalar una coalición de gobierno del PSOE con Unidas Podemos, que logre, para la investidura de Sánchez, la abstención de ERC, con la constitución de varias mesas de diálogo.
Pero, ¿cómo debería gobernar Sánchez en el caso de que todo salga bien? ¿Puede crearse un clima de confianza con los republicanos, cuando estos tienen un bien superior que pasa por ganar a su rival en el campo independentista, Junts per Catalunya? Lo que está asumiendo Sánchez, con el PSOE detrás, y el PSC empujando desde Cataluña, es un periodo complicado, lleno de minas, en el que no podrá cometer errores.
Ningún error. Porque, precisamente, es lo que está esperando el PP. Esa aceptación de la realidad obliga a ser sincero. No es Sánchez, aunque él mismo podía haber intentado esa opción. Es el PP, es Pablo Casado, el que no tiene ningún interés en acercarse al PSOE, ni permitir la investidura de Sánchez. El PP sólo quiere esperar, y brindará con un buen cava si Esquerra se abstiene en la investidura. Tendrá lo que desea. Y esperará el declive de Sánchez, aunque lo hará activamente, erosionando todo lo que pueda a los socialistas. Lo ha hecho siempre. El PP en la oposición ha sido feroz, para buscar lo antes posible la recuperación del poder. Y sabe que la fruta caerá.
Sólo una acción valiente de Sánchez, de todo el PSOE, firme en el centro, pero dialogante con todos, podría ser fructífera para sus intereses. Tiene una gran ventaja: si consigue ser presidente, la composición del Congreso hace imposible una moción de censura en cuatro años. Pero Sánchez también deberá negociar año a año los presupuestos. Y no lo tendrá nada fácil, en un periodo de desaceleración económica.
El principio de realidad, sin embargo, debe pesar de nuevo. Ni España se romperá --porque las instituciones y los distintos poderes del Estado funcionan-- ni Unidas Podemos llevará al país hacia el socialismo real que imperaba en los países comunistas del Este de Europa. Seamos serios.
Lo que está en juego, y eso lo sabe Esquerra Republicana, es la compra de un tiempo precioso. Tanto los independentistas de Esquerra, como el PSOE y el PP, tienen por delante entre diez y quince años para encarrilar o bien la independencia de Cataluña o bien la reformulación de España. Todos necesitan tiempo para lograr sus objetivos. Y no bastará con decir que el movimiento independentista no tendrá ninguna opción. Ni tampoco servirá de nada decir que la independencia es un proceso “irreversible”, como señalan los dirigentes de Esquerra a modo de propaganda para su parroquia. Todo dependerá de lo que se haga a partir de ahora.
El PSOE parece que entiende mejor esa realidad. En el PP eso no se quiere ni escuchar. Ciudadanos no existe y Vox seguirá gesticulando, forzando al PP a no mover ni una pestaña. Pero el problema seguirá ahí.
En caso contrario, y siguiendo el signo de los tiempos, en los que nada es predecible, sólo bastar con mirar al Reino Unido. La ley es la ley. Sí. Pero, ¿qué proyecto les ofrecerá ahora Boris Johnson a los independentistas escoceses que quieren seguir formando parte de la Unión Europea y que han ganado con contundencia en Escocia las elecciones generales al Parlamento británico?