Entiendo el afán de una parte del constitucionalismo por encontrar independentistas razonables. Lo comprendo. Soy consciente de que están cansados de tantos años de procés. Sé que están agotados. Percibo su hartazgo. Noto su deseo irrefrenable de pasar página de una maldita vez y dedicarse a hacer cosas constructivas. Incluso me creo su buena voluntad cuando tratan de tender puentes con los nacionalistas.

Pero se equivocan.

No hay nada que hacer con quienes solo quieren dinamitar nuestro marco de convivencia. No hay nada que ofrecer a quienes insisten en pisotear nuestros derechos fundamentales. No hay nada que hablar con quienes prometen que volverán a hacerlo en cuanto tengan oportunidad.

Por eso me apena verlos arrodillarse una y otra vez. Me da lástima que se les rían en su cara. Me entristece que pongan la otra mejilla una y otra vez. Y me preocupa, claro. Porque somos todos los que, al final, acabamos sufriendo las consecuencias de esa generosidad y magnanimidad mal entendida.

Lo hemos visto con los indultos. Uno de los mayores fracasos de la historia reciente de la democracia española. Como advirtieron el Tribunal Supremo y la Fiscalía, abrir las puertas de las celdas de los condenados por sedición no ha servido para nada. Nada ha mejorado desde que se concedieron, en junio pasado.

No hay más que ver la demencial reacción del Govern de ERC y JxCat a la sentencia que ordena abolir la inmersión, su connivencia con los acosadores del niño de Canet, su apoyo a los presos de la banda terrorista ETA, la talibanización de TV3 y Catalunya Ràdio, sus maniobras contra el Tribunal de Cuentas, sus purgas políticas en los Mossos, los ataques de alguna consejera a medios constitucionalistas como el nuestro, o la complicidad del ejecutivo autonómico con los cortes de la Meridiana, con el asedio a los universitarios constitucionalistas, con la ANC y con Plataforma per la Llengua, entre otros muchos episodios injustificables.

A quien todavía no se quiera enterar le recomiendo que escuche atentamente la conferencia de Pere Aragonès de este miércoles en el Club Siglo XXI de Madrid. “Ser un país independiente, este es mi objetivo como presidente de Cataluña”, apuntó textualmente. Y exigió, además de un referéndum secesionista y de la amnistía de los condenados por el 1-O, blindar la inmersión, la acción exterior de la Generalitat y cualquier ley que apruebe el Parlament, y revertir el supuesto déficit fiscal (recuerden que Aragonès fue uno de los que promovió con más intensidad el lema “España nos roba”).

Pero lo más destacado del dirigente de ERC fueron las amenazas que se permitió lanzar y que pasaron desapercibidas. “Si hoy PSOE y Podemos tienen presente la situación actual, deben tener muy claro que difícilmente habrá una segunda oportunidad si no hay la capacidad de resolver ahora el conflicto político con Cataluña y resolverlo mediante las urnas”, soltó el líder nacionalista. E insistió: “Difícilmente habrá una segunda oportunidad. La oportunidad es ahora y debemos aprovecharla. El mejor escenario siempre es un acuerdo entre las instituciones del Estado y las instituciones catalanas que permitan a la ciudadanía de Cataluña decidir el futuro político del país”. Incluso, preguntado por “cuál es el plan” si no lograba un referéndum independentista pactado, dejó claro que “Cataluña quiere decidir, ahora hay una oportunidad de negociar, de escuchar las posiciones de las dos partes, por lo tanto, si esta oportunidad se bloquea, seguiremos adelante”. Todo un perdonavidas, este Aragonès.

Por eso, es sorprendente que Salvador Illa, un día después, en otra conferencia en Nueva Economía Fórum, también en Madrid, rechazara el referéndum y la amnistía –solo faltaría– pero respondiera a Aragonès con una oferta para negociar un nuevo Estatuto. “En algún momento habrá que corregir lo que a mi juicio es una anomalía en el sentido de que el Estatuto de autonomía vigente hoy en Cataluña no es el que se aprobó en referéndum por la ciudadanía de Cataluña. Si eso ocurriera en Extremadura o en otra comunidad autónoma, todo el mundo vería normal que esto se corrigiera”, señaló el líder del PSC.

¿En serio, Salvador? ¿Tu propuesta es negociar otro Estatuto con los nacionalistas que admiten abiertamente que su aspiración es aniquilar nuestro marco de convivencia?

Por favor, Salvador, no pongas la otra mejilla. O, por lo menos, no ofrezcas la nuestra...