La coyuntura. La oportunidad histórica. España puede beneficiarse de un buen momento en el conjunto de la Unión Europea, justo cuando el ambiente es más extraño, cuando las esperanzas se nublan y los populismos se empeñan en degradar las democracias. Con Salvini en Italia, el brexit encallado, el auge la extrema derecha tanto en los países nórdicos como en el este europeo, España podría constituir un gobierno sólido, a partir de las elecciones de este domingo que la integre en la sala de máquinas de la Unión Europea.

A España, de hecho, se la espera. Se desea que la cuarta economía de la zona euro tenga un mayor papel y pueda unirse a Francia y Alemania para atajar cualquier duda sobre el proyecto europeo, que constituye en estos momentos, tal vez, la única utopía posible en el mundo: un conjunto de países que decidieron unir sus fuerzas principalmente para dejar atrás un pasado de enfrentamientos bélicos, lleno de destrucción. Eso, en muchas ocasiones, se olvida. Ese club de Estados nación quiere llegar a ser algo más, una unión de Estados, que puedan diluir, poco a poco, sus identidades en beneficio de una ciudadanía europea. No está mal luchar por un objetivo así.

Macron y Merkel no han dudado en trasladar, en los últimos encuentros con Pedro Sánchez en Bruselas, su apoyo al presidente español, aunque utilizando las artes de la diplomacia. Pertenecen a familias distintas. Macron, alineado con el grupo liberal europeo, ha buscado un acercamiento con Sánchez. Y la canciller alemana, en el grupo conservador, ha dejado constancia de sus simpatías por el presidente socialista. ¿Por qué? Por la posibilidad de que Sánchez pueda constituir, tras las elecciones, --tras aparecer en las encuestas como el candidato ganador para las elecciones de este domingo-- un gobierno sólido de coalición que no incluya ni reciba los votos de una fuerza de extrema derecha como Vox.

Eso es determinante en estos momentos en Europa. Y el resto de candidatos, el de sus propias familias políticas, lejos de rechazar ese apoyo, lo alientan y se muestran dispuestos a gobernar e integrarlos en sus ejecutivos. Es el caso de Pablo Casado, líder del PP, que Merkel no puede secundar, aunque formen, los dos, del Partido Popular Europeo. Merkel tampoco puede aplaudir a Albert Rivera, aunque los dos compartan el posicionamiento liberal europeo. Es Sánchez el que tendrá ahora el favor del eje franco-alemán, aunque pueda pactar con Podemos, que ya abraza sin ningún complejo la Constitución Española, teniendo en cuenta que la coalición que encajaría mejor para esos intereses europeos sería la del PSOE con el partido naranja.

¿Eso no lo ha visto Pablo Casado, ni el propio Rivera? No vivimos aislados. El peso de la Comisión Europea es enorme. Los presupuestos nacionales se vigilan y se corrigen en Bruselas. Y España tiene la oportunidad, esta vez, de estar presente en la sala de mandos.

Hay cuestiones muy diáfanas. ¿Hay tantas diferencias entre Nadia Calviño, la ministra socialista de Economía, procedente, precisamente, de la Comisión Europea, y el economista Luis Garicano, aspirante a un puesto de alta responsabilidad en Bruselas tras las elecciones europeas? La familia socialista, la liberal y la democristiana han edificado Europa. ¿No pesa eso mucho más que la voluntad de lograr el gobierno nacional con el apoyo de unos señores que dicen que eliminarán la mayoría de impuestos, de todo tipo, y que se cargarán el Estado de las autonomías, una de las joyas de España a pesar de todas sus deficiencias? Vox no debería estar en ninguna mesa de negociación de un Gobierno.

Por eso, al margen de cómo se desarrolle la jornada electoral, y de cómo voten todos los españoles, los dirigentes de los partidos constitucionalistas, y aquí también se podría incluir a Podemos, porque sus propios dirigentes se sienten parte y así lo defienden tras unos años dubitativos, deberían ser capaces de constituir gobiernos sólidos y estables. Europa lo estará esperando. Y esta vez podría tener premio, porque un país de la dimensión y del desarrollo económico de España puede liderar el proyecto político más atractivo del mundo: la Unión Europea.