El de los republicanos en Cataluña es un gobierno frágil, sustentado ahora más que nunca en el apoyo de los socialistas a los presupuestos de 2023. Esa endeblez puede resultar obvia vista desde el exterior o, incluso, con un análisis interno pormenorizado de la presidencia y del propio Consejo Ejecutivo, sus consejeros, secretarios y directores generales. Pero ERC sigue teniendo un líder en la sombra, un pseudo Xabier Arzalluz que maneja, controla y dispone. Se bromea sobre Oriol Junqueras y su religiosidad, pero se le atribuye un poder cuasi espiritual sobre su partido.

Junqueras, el Beato, se acaba de tragar dos sapos. No parece dispuesto a comerse ninguna culebra después. Intentó de forma infructuosa frenar el pacto de los presupuestos con los socialistas, son su obsesión, tanto o más que sus antiguos socios de Junts per Catalunya. No le visitaron en prisión ni le rindieron pleitesía. El poderoso presidente de ERC no perdona. Tampoco le fue bien la revisión judicial de condenas por su participación en los hechos de octubre de 2017. Seguirá inhabilitado largo tiempo, salvo que la justicia europea, de forma improbable, le conceda la razón. No podrá, por tanto, volver a la arena en términos parlamentarios o electorales. Correcto, pero ni mucho menos renuncia a gobernar.

Ahí es donde justamente se ha producido su última cacicada. En una más de sus conspiraciones de salón, que ni siquiera los suyos han sido capaces de corregir, Junqueras ha impuesto a su candidato a dirigir Fira 2000. Esa sociedad mercantil tiene una pequeña mayoría accionarial de la Generalitat de Cataluña, pero comparte como socios a los ayuntamientos de Barcelona y de L’Hospitalet, además de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de la capital catalana. Creada en los tiempos en los que Antoni Negre era el líder de la entidad cameral y Joan Clos manejaba los hilos del municipio barcelonés, entre todos consiguieron convencer a Jordi Pujol de que una entidad dedicada a la promoción económica de la ciudad debía construirse por la vía de consenso, apartada del cortoplacismo de los partidos que gobernaran en cada momento.

Fira 2000 no es más que una sociedad instrumental que compra terrenos, financia la construcción de nuevos pabellones del recinto ferial, accesos y poco más. El pagano del asunto, vamos. Fira de Barcelona, en cambio, es una entidad pública que se dotó de un consejo de administración formado por empresarios y son los que verdaderamente rigen los designios feriales de la institución. Por su cúpula han pasado diferentes prohombres de Barcelona desde que Jaume Tomás (Agrolimen) ocupara a principio del siglo el máximo órgano de gobierno, pasando por una larga presidencia de Josep Lluís Bonet, hasta hoy que Pau Relat, un nacionalista moderado, desempeña ese cargo.

Sin embargo, Junqueras ha decidido plantar sus reales en Fira 2000. Orinar metafóricamente sobre la esquina de la institución para demostrar al mundo de los negocios que sigue vivo, que manda y que si alguien piensa que Pere Aragonès es el interlocutor para los grandes temas económicos se equivoca. En los últimos días decidió que había que sustituir al director general de Fira 2000, nombrado por Jaume Giró durante su corta estancia en la consejería de Economía, y sustituir un convergente por un activista republicano de su cuerda. David Poudevida, un fundamentalista lingüístico y miembro de la red de embajadas de la Generalitat (sus principales hitos en el currículo) ha sido el designado. De nada sirvió el enorme cabreo de las alcaldesas de Barcelona y L'Hospitalet, así como de los representantes de la Cámara de Comercio, proclives a Junts per Catalunya y, más en concreto, a la ANC, organización que Carles Puigdemont controla desde su retiro belga. Aragonés les respondió en la reunión en la que se pergeñó el relevo que las órdenes venían de arriba. Es posible, incluso, que hablara y a la par mirara al cielo.

A los adversarios de ERC no les gustó la operación del Beato. Que dejara su rastro en la esquina de Fira 2000 ha sido un golpe bajo con el que no contaban los que eran sus antiguos aliados independentistas y socios en el Govern hasta hace unos meses. Tampoco ha caído nada bien ante el apoyo externo que le aprobó los presupuestos. Junqueras ha conseguido mostrar su poder y enviar un mensaje al mundo económico: ya controla Puerto de Barcelona y Fira 2000. Ojo al parche, sin doble intención.

El meritaje ha cedido el paso en Cataluña, ha perdido validez. La adhesión a la causa secesionista y al activismo más rancio y casposo son activos profesionales y vías de acceso directas a los recursos públicos. Basta con echar un vistazo al amigo de Laura Borràs que está siendo juzgado estos días. Es una realidad. Y Junqueras también tiene amigos a los que contentar. Frente a esa evidencia hay poco que hacer más allá de seguir expresando la queja y el lamento por la decadencia concatenada que esa irregularidad produce.