Conocido que Albert Einstein tuvo la capacidad de anticipar la existencia de unas ondas gravitacionales que permiten realizar una nueva interpretación del Universo, hemos de reconocer que con lustros de anticipación un genio fuera capaz de anunciarnos cuestiones que después han podido certificarse en materia de astronomía.
Pasa en la ciencia y pasa en la política. Mientras los medios no tenemos ningún tipo de dificultad en señalar la capacidad de Einstein en sus predicciones, con la política sí que se produce una cierta timidez.
Si el científico fue un adelantado a su tiempo, una mente avanzada e innovadora, en política, y en España, hubieron equivalentes. En 1932, José Ortega y Gasset hizo un discurso ante los parlamentarios que iba por delante de su tiempo y que hoy, casi un siglo más tarde, continúa vigente: “Digo, pues, que el problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar; que es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, sólo se puede conllevar”.
Hace demasiado tiempo que andamos a cuestas con la mochila del asunto relativo al encaje catalán en España. Han pasado acontecimientos históricos de toda índole y, sin embargo, el asunto colea sin resolución.
Ortega y Gasset habló de conllevancia avanzando lo que sería el espíritu de la transición democrática décadas después, el mismo que hoy los dirigentes políticos de Cataluña han decidido dejar de lado para pasar a un estadio diferente en el que se reivindica el todo o la nada.
La lástima es que todavía no hemos hallado ningún pensador que nos explique cómo se resuelve la gobernanza de un país en estado permanente de petición y sobre el que nadie asume responsabilidades. Ni en la gestión pública ni tan siquiera en la gestión política. El último detalle es que hasta el propio vicepresidente económico, Oriol Junqueras, es capaz de dar un paso al lado de las responsabilidades cuando le atiza una sonora castaña a Artur Mas y su equipo y dice que nada sabe de sus nombramientos en la administración previos a su llegada. Nada dice, por supuesto, de que él hay sido el principal sustento político-parlamentario de CDC en los últimos meses de su agónico gobierno preelectoral.
El catalán, como decía Ortega, es un problema perpetuo para España. Es cierto e innegable. La lástima es que nadie en uno u otro lado se haya propuesto dar carpetazo a esa imperecedera cuestión y que todos sigan aprovechando el río para pescar las truchas que se van a comer cada día. Sin pensar en el futuro, sin pensar en sus ciudadanos. Una atrocidad histórica, al fin.