La transmisión en directo del juicio por los hechos del 1-O, que en los medios públicos y concertados catalanes se trata como si fuera un partido de fútbol, no presta el mejor servicio a la causa; o al menos no a la de los catalanes simpatizantes con los acusados y con el independentismo.

La fase de los interrogatorios a los políticos investigados y a los testigos se ha convertido en un espectáculo favorable al procés, en el que los presos se han merendado a los fiscales y a los abogados del Estado. Además, la acusación ha hecho el ridículo en su inútil búsqueda de pruebas que avalen los cargos por violencia (o sea, rebelión).

Antes de que empezara el juicio se decía que todo era inútil, que la sentencia ya estaba escrita. Pero en realidad, los únicos que habían redactado el fallo de antemano era algunos tertulianos, tras hacer un máster exprés en Derecho Penal, asesorados por expertos tan neutrales como Jaume Alonso-Cuevillas, letrado de Carles Puigdemont y eurodiputado in péctore, que ya ha anunciado la intervención de España y el traspaso republicano de Cataluña.

El resultado es una inmensa fake sobre el triunfo del independentismo catalán frente a la España puñetera que representa el Tribunal Supremo. Es tan aplastante que estos medios, como algún catedrático de Derecho Penal --ahora de verdad--, aplauden a los acusados y testigos que se mofan de la pronunciación o traducción de palabras catalanas en boca de los fiscales y la Abogacía del Estado.

Están convencidos de que los miembros de la judicatura deberían saber traducir y pronunciar el catalán. Lo sienten y lo dicen así pese a que están oyendo las respuestas de la mayor parte de los acusados en un castellano voluntariamente lamentable de gente que no se ha educado en la inmersión lingüística y que subraya así su aversión a todo lo que huele a español. Joan Tardà, otro de los que no consiguen pronunciar bien el español tras haber pasado media vida en Madrid, se atreve a animar a la abogada del Estado a que aprenda a pronunciar bien en catalán: "No es tan difícil": supremacismo en directo.

Hasta el momento, lo que hemos visto del juicio ha deparado algunas sorpresas en lo referente a las intervenciones de la fiscalía y de la Abogacía del Estado, sobre todo para quienes no conocen el mundo judicial. No son tan incisivos ni eficaces como en las películas, incluso a veces se equivocan. Sin embargo, los acusados y sus defensas llevan la lección muy aprendida y se muestran firmes. Ellos parecen las acusaciones.

Por eso, Òmnium Cultural reunió el martes a 400 personas en la calle ante una pantalla donde Jordi Cuixart se inmolaba frente a la hoguera inquisidora española dejándola al descubierto, mientras la gente aplaudía sus intervenciones y 4.000 catalanes se daban de alta en la organización que preside.

En ese ambiente, que alguien como Joan Coscubiela pidiera paciencia en Twitter para quienes se muestran tan optimistas fue interpretado como una agresión, y entonces la Inquisición de nuestros tiempos subió a las redes para quemarlo vivo. El diálogo es, una vez más, imposible. El ansia por sentirse víctimas es tan profundo e irrefrenable que prefieren construir una quimera sin base para luego tropezar en una realidad con forma de sentencia que les conducirá sin freno a la frustración.

Una vez más, el árbitro les habrá robado el partido.