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Alejandro Tercero opina sobre Gabriel Rufián y Gerardo Pisarello

Alejandro Tercero opina sobre Gabriel Rufián y Gerardo Pisarello Fotomontaje CG

Zona Franca

Rufián y Pisarello, el negocio de la indignación

"Gabriel Rufián y Gerardo Pisarello son dos personajes que han encontrado en el maridaje entre indignación y demagogia una forma muy rentable de ganarse la vida".

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Entre los tipos que más han contribuido a desprestigiar la profesión de político cabe destacar a Gabriel Rufián y a Gerardo Pisarello. Se trata de personajes que han encontrado en el maridaje entre indignación y demagogia una forma muy rentable de ganarse la vida.

La casualidad –o la ironía– ha querido que estos días confluyan dos aniversarios reveladores. Se cumplen diez años desde que Rufián prometió que dejaría el Congreso en 18 meses (para regresar a “la República Catalana”, puesto que él no estaba allí para hacer carrera).

Y, en paralelo, Pisarello se ha postulado para encabezar la lista de los Comuns al Ayuntamiento de Barcelona. También dos lustros después de que entrara por primera vez en el consistorio.

En esta década, Rufián se ha convertido en el paradigma del populismo y el chascarrillo, en las redes y en las Cortes. Y se le ve muy cómodo en esa tarea. De hecho, ya forma parte del ecosistema contra el que se conjuró para tratar de destruirlo pero del que, en ese tiempo, ha cobrado alrededor de un millón de euros.

Como ejemplo de los cínicos planteamientos de Rufián sobresalen sus despiadados ataques a la Comunidad de Madrid y a su presidenta, la popular Isabel Díaz Ayuso, por los miles de ancianos fallecidos en las residencias durante la pandemia del Covid-19.

El señor Rufián quizás debería ser más prudente en esa cuestión, habida cuenta de que en Cataluña las cifras de personas mayores fallecidas en residencias durante la pandemia son muy similares a las de Madrid (con poblaciones también muy parecidas) –alrededor de 6.000 frente a 7.000, en el cálculo más alto–. Y más aún cuando los responsables políticos de los centros catalanes fueron los exconsejeros Chakir El Homrani y Alba Vergés, compañeros de partido de Rufián en ERC.

Pisarello, por su parte, es uno de los principales ideólogos del colauismo, una de las etapas que mayor degradación ha supuesto para Barcelona, especialmente en actividad económica, seguridad, civismo, limpieza y vivienda (justo lo que dijeron que venían a arreglar).

A eso se suma su complicidad con el nacionalismo identitario más dañino. Pisarello se hizo socio de Òmnium Cultural en pleno procés y protagonizó en 2015 el bochornoso episodio en el balcón del ayuntamiento en el que trató de impedir por la fuerza que el entonces líder popular municipal, Alberto Fernández Díaz, exhibiese la bandera de España después de sonreír ante el despliegue de la estelada. Sus ingresos de dinero público en esta década se sitúan en torno a 1.100.000 euros.

Rufián y Pisarello llegaron prometiendo regeneración y aire nuevo, pero han acabado parasitando el sistema y colaborando en su degeneración.