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Interior de Shôko, el local de ocio nocturno mejor valorado de la ciudad

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Zona Franca

El valor del Frente Marítimo

"En lugar de reconocer a los operadores excelentes y a las historias de éxito que despuntan en la industria, se les demoniza, se les persigue"

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No frecuento el Frente Marítimo de Barcelona y su zona de ocio, pero ello no quiere decir que no sepa su valor. La capital catalana es una ciudad diversa, mayestática, y que no frecuentemos un espacio o rincón no significa que carezca de valor. Al contrario, puede ser excelente, incluso referencia mundial, y los vecinos no conocerlo. 

Lo que es más: a menudo, los que vivimos aquí somos los peores turistas. El día a día nos absorbe de tal modo que no podemos --o no sabemos-- disfrutar de los atractivos de la urbe en la que vivimos. 

Es exactamente lo que ocurre con el Frente Marítimo. Acudo con escasa frecuencia, pero sé reconocer el valor que aporta a la ciudad. Y no soy el único. Ayer quedó meridianamente claro en los premios The World's 100 Best Clubs de 2025, que volvieron a encumbrar a dos operadores de esta zona como los más excepcionales del mundo. 

Los galardones corroboran lo que ya sabíamos. Además de oferta suprema de restauración, la capital catalana atesora ocio nocturno de calidad. La diferencia estriba en que quizá, colectivamente, no hemos decidido otorgarle el mismo valor. 

La ciudad ha sucumbido a la dictadura del vecino gruñón y del jefe de licencias. Un sarao nocturno --reglamentado, con licencia y pagando sus impuestos y cotizaciones-- despierta suspicacias, sospechas. Algo habrán hecho

En lugar de reconocer a los operadores excelentes y a las historias de éxito que despuntan en la industria, se les demoniza, se les persigue. Se hurga en la contradicción, se busca la anécdota que se eleve a categoría. 

Pues bien, no soy ni seré cliente asiduo de la zona, pero reconozco que aporta valor. Si somos ciudad de turismo, también, además de muchas otras --residencial o polo económico--, tiene que haber oferta nocturna reglada y cumplidora. Y si podemos, excelente. Es exactamente lo que se reconoció ayer, y por ello es motivo de celebración. 

Lugares como Ku, Opium, Shôko, CDLC o Agua Barcelona son necesarios. Sí, el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC también, pero quizá no en el mismo lugar, como pretendió Ada Colau. La exalcaldesa intentó bulldozerizar la zona con ayuda de Gala Pin, e incluso lo presentó a los medios informativos. Como pasó con muchas otras cosas, Colau incumplió

Las salas siguen, y continúan recibiendo premios. Ayer, el último. Sería un buen momento para reconocer que estos negocios --que pagan impuestos, presentan sus cuentas anuales y emplean a personal local-- contribuyen. Y que, por ende, se debería pelear para asegurar su continuidad. 

Imagino que no ocurrirá, pero desde esta columna lo seguiremos defendiendo.