Nico Williams se va al Barça. Y la OPA del BBVA sobre el Banco Sabadell se pone casi imposible. Dos operaciones y un mismo destino. O, lo que es lo mismo, final del partido: Cataluña, 2-Euskadi, 0.

No criticaremos aquí la doble victoria catalana, sobre todo porque nos gustaría seguir cobrando el sueldo. Pero existe otro motivo para conformarse o resignarse, allá cada uno, con lo sucedido. Se trata del respeto a la legalidad.

Someterse al imperio de la ley es una frase grandilocuente que a la gente le gusta decir, pero no tanto practicar. Porque si la legislación no es favorable, hasta las personas más serias se tornan leguleyas o hasta insumisas.

Viene esto a cuento porque en los dos casos que nos ocupan, tan distintos, pero tan parecidos, quienes salen perdiendo afectan la voz, tuercen el gesto y enarbolan excusas de mal pagador (nunca mejor dicho). Pero lo hacen cuando pierden, claro, y no de antemano.

Andan enfadadísimos los seguidores del Athletic Club por el más que posible fichaje de Nico Williams por el Barça. Que si fair play financiero, que si palancas, que si competición adulterada, que si el fichaje se hace por la puerta de atrás...

Desde que el fútbol es fútbol, que diría Boskov, existe en España --no en otros lares, pero sí aquí-- un concepto llamado cláusula de rescisión. Cuando un club quiere fichar a un jugador de otro equipo que no quiere venderlo, se paga y punto pelota. O sea, fichaje a golpe de talonario porque no hay forma humana de negociarlo.

Esto es lo que el Athletic ha hecho en otras ocasiones cuando le ha convenido. Y es lo que parece que también hará en los próximos días para pescar a algunos jugadores de Osasuna, sin ir más lejos. Todo legítimo y legal, por supuesto.

¿Cuál es el problema en el caso de la marcha de Williams al Barça? En realidad, ninguno. Simple y llanamente se trata de saber perder. No es justo censurar un mecanismo legal solo cuando te conviene, como tampoco lo es acusar a los jueces de lawfare solo cuando no te dan la razón.

Otro tanto ocurre, salvando las distancias, con la oferta pública de adquisición que el BBVA presentó para hacerse con el Sabadell. Cualquiera que sepa algo del asunto es consciente de que impepinablemente operaciones de esta envergadura tienen que pasar el filtro gubernamental.

Y el Gobierno de turno, en este caso dirigido por Pedro Sánchez, tiene en su mano numerosos instrumentos para facilitar o entorpecer la cosa con el objetivo de favorecer una competencia sana en el mercado. Esto no es nuevo ni, repito, puede sorprender a nadie que sepa de qué va la vaina.

Así que la conclusión lógica es que los seguidores o accionistas del Athletic y el BBVA, sean vascos, catalanes o de Guinea Ecuatorial, no pueden rasgarse las vestiduras. Solo les queda asumir el resultado. Por mero respeto a las reglas del juego. Y porque solo en la reacción a la derrota se conoce la verdadera grandeza de un club, una empresa o una persona.