La OPA hostil del BBVA al Banco Sabadell entra en una nueva galaxia aún desconocida. El Gobierno tenía poco margen para tumbar la operación, pero nadie atinó a descubrir cuáles serían las condiciones para, pese a aprobarla, entorpecerla, bloquearla.

Las cartas están ya sobre el tapete, y la partida se decanta hacia el banco de Josep Oliu, que ha aguantado todas las embestidas de Carlos Torres. De tal modo, que, incluso, en el transcurso de estos meses, ha dejado en muy insuficiente la oferta de la OPA.

Con un precio superior de adquisición, la operación hubiera podido tomar otros caminos, pero, ahora, los requisitos del Ejecutivo parecen dar la puntilla a esta nueva intentona del presidente salmantino del banco vasco.

En resumidas cuentas, si Torres sigue en sus trece con la OPA, sabe que no podrá tocar el Sabadell en tres años como mínimo. El Gobierno impone la independencia de las dos entidades, por lo menos, en ese periodo. Resulta cero atractivo para el inversor.

Por lo tanto, si se retira ahora de la puja, debería dimitir por el fracaso; si sigue adelante, se puede estrellar de todos modos. Está en una encrucijada, bien que para él el éxito no se mide en resultados, sino en el camino andado para un objetivo.

Dicho esto, pocas veces ha habido en Cataluña tanta gente de acuerdo en torno a un asunto. Nadie quiere la OPA. Ni la clase política ni el empresariado. Y para el ciudadano es siempre mejor la competencia, en especial cuando una de las opciones conoce tan bien el territorio y está tan arraigada como el banco vallesano.

Tampoco la quieren, por cierto, los empleados del Sabadell –salvo aquellos que suspiran por una jubilación anticipada–, de quienes casi nadie se acuerda. Están contentos con las condiciones y no quieren cambios. Es más, en estos meses han seguido trabajando como si nada ocurriera. No se ha parado ni un proyecto. Pero la incertidumbre se ha apoderado de ellos.

Sea como sea, son malos días para un Carlos Torres que, pese a explicar que sus padres pasaron hambre, pudo estudiar en el MIT, siempre sobreponiéndose a las adversidades. Ya con 36 años tenía buenos cargos en Endesa y, con apenas 42, los logró en el BBVA.

Con él a los mandos, la entidad ha liderado la transformación digital del sector, ha conseguido resultados históricos y se ha adaptado siempre a las adversidades de mercados como el turco y el argentino, malas decisiones del pasado.

Ahora bien, todo su legado se puede nublar con la OPA. Si el cielo se lo permite, seguro que le quitará importancia al asunto con un vistazo a las estrellas, esa pasión que cultivó en sus años en Massachusetts.