Guste o no, el regreso a Cataluña de las sedes sociales de Banco Sabadell, de la Fundación La Caixa y Criteria, entre otros grupos, son una excelente noticia para el territorio. Más de 7.000 empresas -pequeñas y medianas- y grandes compañías se marcharon de la región de 2017 en adelante huyendo de la inseguridad jurídica que generó el procés independentista.
Ahora, las firmas comienzan a acudir al Registro Mercantil para devolver los cuarteles generales a Barcelona y otras ciudades catalanas. Es un perogrullo, pero son movimientos que si no hubiera confianza en el entorno, no se producirían.
Los patronatos de las fundaciones y los consejos de administración de las empresas examinan el escenario, valoran sus opciones y, en algunos casos, deciden volver a Cataluña.
Se quiera o no, los movimientos de vuelta a la Ciudad Condal y otras urbes son también la constatación de que el ecosistema no es el mismo que durante el desafío indepe. Guste o no y pese a algunos de uno y otro extremo del espectro político, la Cataluña de hoy no es la misma de 2017, ni la de 2019.
La región se despereza de la ensoñación nacionalista y descubre que tiene los mismos problemas mundanos que las otras autonomías: educación, sanidad, vivienda, o la creación de riqueza y empleo, entre otras.
En todos estos campos, amén de otros, queda mucho trabajo por hacer. Pero previo a todo ello es que exista estabilidad y voluntad de abordar los retos por parte de todos.
El regreso de las firmas es una consecuencia de lo primero y un primer paso en la buena dirección del segundo. La tan cacareada normalización es necesaria para comenzar a trabajar en lo que tenemos pendiente colectivamente, que es mucho.
A diferencia de lo que algunos políticos pregonaron ayer, cabe celebrar la valentía de los líderes empresariales que han decidido confiar de nuevo en Cataluña.
Se trata de un avance más hacia la normalidad a una parte del mundo que ahora se descubre que tiene los mismos quebraderos de cabeza y deberes que las otras, pese a que un puñado de irredentos asegura que cualquier tiempo pasado --sobre todo el del procés-- fue mejor. No, no lo fue.