“Cataluña se ha extraviado durante 12 años y ha perdido el liderazgo, la relevancia y el prestigio. Y lo tiene que recuperar. […] No puede ser que Cataluña no sea la primera en España, que se haya visto sobrepasada al menos en las tendencias. ¿Puede hacerlo? Pues claro que puede. La potencia de Cataluña es enorme, es extraordinaria. Lo que pasa es que hemos estado despistados. [Salvador Illa] es una necesidad de Cataluña y de España, porque Cataluña para España es fundamental. Sin Cataluña, España no va”. Con esas contundentes y valientes palabras cerró Josep Lluís Bonet, presidente de la Cámara de España, su intervención en el foro BCN Desperta!, que tuvo lugar la pasada semana de miércoles a viernes en la capital catalana organizado por este grupo editorial.
La suya ha sido una de las muchas voces empresariales que pasaron por las jornadas para subrayar la existencia de una monumental necesidad de otro ciclo político. Se habló de seguridad, de sanidad, de movilidad, de justicia, de la Copa América, del aeropuerto, de la edición en castellano, del mundo de la cultura… Durante tres días, Barcelona ha vuelto a vibrar gracias a la iniciativa dialogante, innovadora y comprometida de su sociedad civil.
Ha transcurrido más de una década durante la cual el silencio y la inexistencia de cualquier otro debate que no fuera el estimulado desde el nacionalismo han sido los protagonistas. Eso sucedía, además, en una ciudad y en una comunidad históricamente ricas en creación intelectual. Las veleidades identitarias y, como señaló comprometido el académico de facto Javier Cercas, el desempeño inconsciente de unas élites políticas aburridas abrieron un melón (el proceso soberanista) que a punto estuvo de convertirse en una fruta muy amarga, peligrosamente amarga.
Después de tres días de escuchar a una setentena de ponentes es de justicia reconocer que existía una ilusión general por desterrar al populismo nacionalista del puente de mando de la Generalitat y al populismo de izquierdas de la casa consistorial. Con Jaume Collboni en la alcaldía y Salvador Illa en la presidencia, y a pesar de la precariedad con la que han conseguido sus varas de mando, la renacida burguesía catalana se siente cómoda y recupera estímulos que dormían el sueño de los justos.
Ha sido el mundo empresarial quien más se ha atrevido a manifestar ese optimismo. Poco importa que encierre un contrasentido: dos líderes socialistas al frente de las dos principales instituciones públicas del país, pese a sus ideas y proyectos, resultan más fiables que los conservadores dirigentes nacionalistas con los que convivió Cataluña en el último decenio.
No se echa de menos a los que se han ido. Bonet (que dijo desacomplejadamente que “España va bien”) no fue el único que habló claro. El empresariado vino con ánimo propositivo y a fraguar los cimientos de la nueva etapa catalana. Apenas un mes después de que el gobierno de Illa tomara posesión, Josep Sánchez Llibre, líder de Foment y el vicepresidente más activo de CEOE, avaló al socialista. Lo hizo también Ángel Simón, el nuevo hombre fuerte del grupo Caixa. Ambos pidieron estabilidad y previsibilidad. No pidieron menos impuestos, aunque lo desearan. Se conforman con que se reduzca la burocracia y el sector público actúe como acompañante del privado en vez de convertirse en un permanente adversario, que estigmatice la condición emprendedora y de creación de riqueza de las empresas. En definitiva y en román paladino, lo que ansían los patronos catalanes es una buena dosis de seny después de incontables excesos de rauxa.
En el marco del foro BCN Desperta! emergieron algunas peticiones que Illa deberá estudiar en profundidad. Si tal y como ha anunciado planea contribuir a una transición energética modélica, con un incremento de las energías renovables, deberá abrir la carpeta de la energía nuclear que el gobierno de su amigo Pedro Sánchez ha resuelto exterminar entre 2030 y 2035. Sánchez Llibre fue contundente: Cataluña puede verse muy afectada por el cierre de las centrales de Ascó y Vandellòs.
Lo dijo en una sesión del jueves el CEO de Factor Energía, Emili Rousaud: “Si paramos las nucleares, Cataluña se quedará sin energía”. Y en la recta final de las jornadas lo remachó José Damián Bogas, primer ejecutivo de Endesa, al recordar que la autonomía requiere 44 gigavatios de potencia para su consumo y su producción interna es apenas de 38. Si se cierran las tres plantas nucleares en suelo catalán ese déficit será mayor por más molinos de viento y huertas solares que se instalen a toda velocidad.
El problema energético se suma al del agua y las infraestructuras como los más acuciantes retos que deberá resolver el nuevo gabinete de Illa.
El cambio que han visualizado estas jornadas reside en que los empresarios que conocen los déficits catalanes de todo tipo se han atrevido a plantearlos. Es más, que el presidente catalán ha recogido el guante y posee capacidad de interlocución y sensibilidad real ante los problemas. Incluso que algunos catalanes que habían tirado la toalla por su tierra y ejercían de nuevos botiguers en el Madrid de Díaz Ayuso han regresado. Bonet es uno de ellos, aunque jamás se fue. Pero también Jaume Miquel (Tendam) o Lluís Furnells (Oesia), que como Bogas deseaban regresar a una autonomía, que es la suya en algunos casos, y a un mercado que parecían abandonar por imposible a la vista del amateurismo sectario de sus administraciones.
El presidente catalán lanzó un mensaje final en la clausura que tranquilizó. Habló de previsibilidad, de estabilidad. Vino a decir que, a partir de ahora, los experimentos se harán con gaseosa. Es socialista, por supuesto, pero también es un gobernante razonable y business friendly. Por sus valores, equilibrios y pactos, esa condición la enmascara semánticamente y lo llama pro-prosperidad. Tanto da el nombre de la cosa si el objetivo que marcó de recuperar el liderazgo económico en España se acaba produciendo gracias a su acompañamiento.
De entrada, y aunque parezca cuestión menor, ha conseguido que la sociedad civil se atreva a resurgir de forma constructiva. El mero nombramiento ha facilitado que la burguesía industrial y comercial se sienta implicada de nuevo en construir una Cataluña a la altura de su trayectoria histórica. Su moderación ha reabierto también las puertas del territorio a muchos de los que salieron tarifando en los años de plomo del procés. Que se preparen Renfe e Iberia, los trayectos Madrid-Barcelona corren el riesgo de incrementarse.
Es todavía pronto para echar las campanas al vuelo por la normalización de Cataluña. Illa deberá vencer muchas resistencias y driblar no pocos adversarios políticos. Pero en el BCN Desperta!, en público y en los corros entre sesiones, pudo comprobarse el entusiasmo que suscita entre los que construyen día a día el país disponer de un Gobierno que sea un interlocutor razonable, sensato y trabajador.
Barcelona, Cataluña, han demostrado en tres días que están desperezándose. Que el letargo vivido en los últimos años ha sido un mero y desagradable accidente del destino, de la historia. Como dijo el sabio cavista Bonet, el de ahora es un tiempo de “esperanza”.