Panamá ya cuenta, de manera oficial, con población desplazada por el cambio climático. Se trata de los habitantes de la isla pesquera y hacinada Gardi Sugdub, que está a ras de mar. El Gobierno les ha procurado a los indígenas nuevas casas en tierra firme, con todo lo necesario, como agua corriente y electricidad las 24 horas del día.
Lo suyo era malvivir, pero el traslado se vende como necesario ante las catastróficas previsiones sobre la subida del nivel del agua (por culpa de la acción humana). Los isleños no tienen medidores para corroborar que eso esté pasando, aunque algunos se fían de su observación y memoria –tal vez sugestionados por el discurso oficial– para afirmar que, en ciertas épocas, el agua cada año sube más.
Otros confiesan que las subidas del nivel del mar son algo que siempre ha ocurrido, mucho antes de que se hablase del calentamiento global. No obstante, antaño, contaban sus ancestros, el agua podía llegarles por las rodillas. Ahora se queda por los tobillos. Significativo. Por este y otros motivos, hay quienes se resistirán y permanecerán en la superpoblada isla; prefieren vivir en condiciones deplorables que contar con una vivienda digna.
En paralelo, un nuevo estudio publicado en la revista World Psychiatry sostiene que la contaminación y el calentamiento global están detrás del auge de los suicidios y los problemas de salud mental. Según los informes, las autolisis han crecido un 5% por culpa del cambio climático (acelerado por la acción del hombre), y seguirán en aumento, a pesar de la opacidad que rodea este tipo de muertes. Ni siquiera se toman los datos de todos los países, solo de los pocos que cuentan con algún tipo de estadística. Por lo tanto, son evidencias no concluyentes.
Eso no quiere decir que el clima, la contaminación y la exposición a ciertos productos e ingredientes no nos afecten. Claro que lo hacen. Para bien y para mal. Sobre todo para mal. Siempre lo han hecho. Mucho antes del argumento del cambio climático. Y, en todo caso, este solo parece una excusa, un enemigo común para tenernos a todos atemorizados, vulnerables y bajo control, para no señalar al principal responsable de tantos problemas: el hombre (el sistema tal y como está configurado).
Del modo en el que nos empujan a vivir (y de la manera como aceptamos vivir, tan artificial en todos los aspectos, aunque es complicado salir de ahí) lo raro sería que la población estuviera sana de la cabeza y del cuerpo. ¿No será que nos convendría a todos parar un poco, reflexionar y pensar en lo realmente importante, vivir en paz, con lo justo para estar bien, pero sin excesos de nada? ¿Por qué nos nos preocupamos por arreglar lo que no funciona en lugar de buscar responsables externos? Pocas cosas nos pasan.