El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, recordó esta semana al empresariado catalán que su visión de la realidad de España se hace desde la periferia. No fue exactamente una faltada. Les confesó que él también hacía una lectura periférica de la realidad del país cuando gobernaba Galicia, pero que la había perdido en los últimos tiempos. El popular usó este argumento para quitarse de encima cualquier responsabilidad de un eventual bloqueo político tras el 12M en Cataluña.

El día siguiente fue el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el que habló en la Reunión del Círculo de Economía. Y aunque prometió que todos los caminos políticos en Cataluña llevan a Salvador Illa, intentó tranquilizar a la clase económica catalana, pero no cuajó. El tacticismo que ejerce y que sacara pecho de que su gobierno es “business friendly no ayudó a que su mensaje se recibiera como el bálsamo que el empresariado espera para los próximos tiempos en el territorio.

La larga década del procés ha estado marcada por la bronca y la confrontación, una forma de hacer política que se ha trasladado a las Cortes. Es la etapa política que le ha tocado vivir a Feijóo, que salió de una reunión del Círculo bendecido como presidente y regresó como líder de la oposición y con un discurso más agrio. Llegó a decir a los empresarios que, en el panorama político actual, no se llega a ningún lado con “buenismo bienintencionado”. Quizá no era lo que quería escuchar la sala, pero fue sincero y se ganó (más) a los presentes al asegurar que él no modulará los discursos según el territorio donde los pronuncie.

Sánchez declinó participar en la Reunión del Círculo de 2023. Argumentó que la proximidad de las generales propiciaba declinar la invitación. Aunque el ciclo electoral no haya terminado un año después, ahora ha considerado que es imprescindible regresar al foro empresarial catalán.

La Barcelona periférica ha sido esta semana una de las ciudades con una visión más internacional. La agenda política ha pasado de nuevo por la capital catalana, y por cuestiones distintas a lo sucedido desde 2015. Incluso Feijóo dejó la reunión empresarial y se fue a dar el disparo de salida de las elecciones europeas junto a una catalana, Dolors Montserrat, la cabeza de cartel de la formación.

El PP es consciente tanto de los errores pasados con Cataluña, como de que sin un partido fuerte en el territorio que le reporte votos, tiene muy difícil llegar a Moncloa. Y lo conseguido por Alejandro Fernández el 12M, incluso con las turbulencias que su nombre generó en la formación, les dan optimismo.

Con todo, el gran evento de la semana no han sido las jornadas del lobby empresarial. En el Park Güell, Louis Vuitton ponía en el mapa internacional a Barcelona al presentar allí su colección de crucero de 2025. Las quejas de un grupo de contrarios al desfile no consiguieron empañar el evento de una firma con arraigo local.

La maison se instaló hace más de 30 años en el Vallès Occidental, territorio con una gran tradición textil, y actualmente cuenta con cinco plantas de producción de marroquinería, con epicentro en Barberà del Vallès, donde opera tres centros de trabajo. Da empleo a 1.800 personas, la mayoría de ellas mujeres con cualificaciones altas en la producción de moda de lujo.

Cuando la china Chery anunció que invertiría 400 millones en la antigua Nissan de la Zona Franca para realizar el último ensamblaje de sus vehículos eléctricos y prometió dar empleo, a medio plazo, a 1.250 personas se le puso la alfombra roja. Además, se le ha animado a que pida subvenciones europeas para su proyecto, aunque Europa luche para preservar su industria automovilística de los nuevos grupos chinos que han irrumpido en el sector -el que aterrizará en Barcelona es uno de los principales-.

Al final, a Chery se le considera casi un héroe y a Louis Vuitton un pijo que sólo tiene interés en patrocinar la Copa América de vela y en desfilar por el Park Güell. Quizá, al final, tenemos lo que nos merecemos.