El hombre que se creía gnomo y quiso ser trol por un día. Ese es Pere Aragonès, otro malvado personaje de ficción convertido en humano. Tras los parecidos razonables de Jaume Roures con Gargamel, de Artur Mas con Lord Farquaad y de Joan Gaspart con el señor Burns, por citar algunos, llega el presidente catalán con su intento, solo de boquilla, de asemejarse a ese ser mitológico que habitaba en bosques y cuevas.

La información vuela, sobre todo la política. Y es culpa de todos. Somos culpables de prestarle tanta atención y dedicarle tanto tiempo a algo que no lo merece que nos es imposible digerir todo lo que vociferan los malos representantes del pueblo. Ellos lo saben, y buscan la manera de llamar la atención para tener su espacio en el informativo y que se hable de ellos. Cada día necesitan dar un titular, que la población olvida cuando amanece de nuevo.

Y el titular de Aragonès hace unos días fue que quería defender la amnistía en el Senado –donde hay mayoría conservadora– para “trolear” al PP, algo que para él es siempre apetecible. Olvidó que es el presidente de Cataluña y que la mejor manera de representar a su comunidad es con seriedad. Sin duda alguna, el puesto le queda muy grande. Y lo pagará en las urnas, según todos los sondeos. Gestión dudosa. Demasiados incendios.

Lo más preocupante es que Aragonès se las daba de gnomo, ese ser fantástico con dotes de genio, al presumir de que con el chantaje a Pedro Sánchez ha llegado tan lejos –y sueña ahora con el referéndum, la financiación singular, la independencia y una casa en Pedralbes– que hasta Carles Puigdemont, reacio al falso diálogo con el Gobierno, le ha copiado la estrategia. Pero es que dice Sílvia Orriols (Aliança Catalana) que el prófugo también se inspira en su proyecto. Ay, Carles, que se te ve el plumero.

Por cierto, ¿no es raro que se le dé tanta voz a la malísima Orriols cuando, con postulados similares, se veta a Vox en todos los medios? La principal diferencia es que una defiende la estelada y los otros, la bandera de España, que muchos se empeñan en relacionar con los tiempos más funestos de este país. Y, en el caso de Puigdemont, ¿no es raro su órdago y su insinuación de que dejará la política si no gana el 12M?

Sí, es raro. Si eso se cumple, en pocos meses habrá pasado de aspirar a otro ciclo como eurodiputado para seguir con la matraca del procés en Europa, a una amnistía a cambio de no ser candidato en Cataluña, a una candidatura con su nombre y rostro en las papeletas, y a un retiro inexplicable a estas alturas. Aunque, a fin de cuentas, si se le perdona todo lo hecho podrá cobrar ese sueldo vitalicio de expresident. ¡A vivir!

Falta un mes para las enésimas elecciones catalanas de la última década y los partidos se pierden en detalles que solo interesan a ellos y a los más fieles. Si nada ocurre, Salvador Illa ganará, pero no sumará, y ERC y Puigdemont seguirán durante estas semanas a la greña por arañar el máximo número de votos al rival, con el permiso de Orriols. Qué pena de país.