Nadie puede negar que los comunes han conseguido en las últimas semanas su principal objetivo: ser los protagonistas en el teatro de la política catalana y española. Para un partido cuya representación parlamentaria no está para tirar cohetes y al que tampoco le va demasiado bien en las encuestas, el más listo de la sala ha debido recomendarles que lo que ahora esperan los catalanes es ver cómo un partido se hace de rogar para no aprobar los presupuestos con la excusa del Hard Rock.

Nadie les niega que sus votantes pueden no estar de acuerdo con un macroproyecto de estas características en plena sequía, pero ¿cómo explican entonces que el año pasado diesen apoyo a unas cuentas que sí lo incluían de manera explícita? Debe ser que su electorado se lo perdona todo, pero ni por asomo son tontos. En política, estas jugadas partidistas en el momento decisivo suelen tener un responsable, y esta vez ha sido la mano negra de Ada Colau.

La exalcaldesa no asume que ni PSC ni ERC la quieren en el gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. Y no es para menos: la activista llegó a la política catalana prometiendo no convertirse en casta, pero está actuando como uno de ellos. Algo debe tener el poder que engancha... Engancha hasta el punto de que estás dispuesto a hacer estallar la legislatura catalana dejando en la estacada a payeses, enfermeras o profesores, que esperaban como agua de mayo el presupuesto.

Los comunes mostraron su disposición de negociar hasta el último momento, pero ellos ya sabían que el futuro de Cataluña estaba en manos de lo que se produjera en el otro lado de la plaza Sant Jaume. La realidad es que, hasta el último minuto de la votación, todos pensaban que los de Jéssica Albiach harían un ejercicio de responsabilidad, pero no ha sido así. Lo que cabe preguntarse es: ¿sabía la líder de En Comú Podem que su no a los presupuestos provocaría un adelanto electoral? Sea por ignorancia o por intencionalidad, es realmente preocupante. Nadie debería ir por voluntad propia a las urnas cuando las encuestas te dicen que que te juegas un descalabro.

Hay quien dice que, en el fondo, lo que le ha ocurrido a Albiach es que ya se veía en un tripartito con PSC y ERC, pero ha visto cómo ambos partidos la han ido arrinconando hasta dejarla en un segundo plano. Igual que ha sucedido con Colau en el ayuntamiento. Habrá que ver si, llegado el momento de formar gobierno, y siempre que los partidos indepes no sumen, Albiach sigue en ese rincón o si prefiere una dosis de pragmatismo para poder enchufar a sus cuadros después de perder el gobierno municipal.

Aviso para navegantes. Los votantes pueden perdonarte muchas cosas. Pero la última vez que el electorado percibió que un partido no había sido útil para llegar a acuerdos o que no hizo nada para evitar un adelanto electoral, acabó en catástrofe. Es el caso de Ciudadanos, que pasó de rozar el sorpaso al PP a 10 diputados y, posteriormente, desaparecer del Congreso. ¿A quién lloraría en ese caso Albiach? A Yolanda Díaz, no. Porque los comunes no quieren tutelas.