Apenas han transcurrido 45 días del nuevo año y en Cataluña se han registrado unos 200 incendios. Poco se habla de ello. Los hay menores, como los de chimenea; más delicados, como los de viviendas; provocados, como los de numerosos contenedores; aparatosos, como los de vehículos (unos 60 han ardido en 2024), y sí, algunos de vegetación sin mayor importancia.

Llevamos ya cuatro muertos por el fuego. Poca broma. Y todo esto en un momento de extrema sequía. Menos mal que estamos en invierno, aunque sea caluroso. Por no hablar de otros problemas graves, como la cantidad de niños pobres y de las protestas de los agricultores.

Ahora bien, los hay que siguen en su universo paralelo, esperando que alguien les haga caso, como Quim Torra. ¿Se acuerdan de él, del peor presidente catalán de cuantos han morado en el Palau? Seguro que sí, él mismo se encarga de dar la nota a menudo para seguir en el candelabro, que diría aquella, aunque ya no sea nadie (un don nadie muy bien mantenido, por cierto, por eso del inexplicable salario que mantienen los expresidentes). Y para ello acostumbra a valerse de X, donde se refugió durante su destierro por desobediencia, pero no solo ahí. Se considera moralmente válido para dar consejos.

En los últimos días, Torra ha salido de paseo. Primero, en forma de columna de opinión, un escrito en torno al monotema del catalán, de su apocalíptica situación si nadie pone remedio (aunque la ultra Plataforma per la Llengua asegura que es una lengua hablada por 10 millones de personas), y sospechosamente publicado poco después de conocerse el estudio que afirma que tres de cada cuatro catalanes son hijos o nietos de inmigrantes. “Emergencia lingüística”, dice. No creo en las casualidades, así que esta coincidencia resulta especialmente espeluznante. Ultranacionalismo en estado puro. Y segundo, con una visita a Carles Puigdemont para trasladarle su apoyo.

A todo esto, ha salido Marta Rovira (ERC) para asegurar que el PP, como hizo con Junts, trató de acercar posiciones con su partido para la investidura de un Alberto Núñez Feijóo especialista en meter la pata ante cualquier contienda electoral. ¿Lo hará a propósito?

En todo caso, Rovira es otra que necesita que le hagan caso, pues bastante tiene encima con su implicación en el Tsunami Democràtic. Así que se distrae como puede, pero no tiene la cabeza clara para pensar en otros asuntos, ni siquiera un segundo en David, el guardia civil catalán asesinado en Barbate por unos narcos. Tampoco lo ha hecho nadie de su partido, ni de Junts, ni de comunes, ni de CUP, ni del PSC. Ni una declaración institucional por lo ocurrido, ni un minuto de silencio, ni una condena, ni mención alguna. ¿En manos de quiénes estamos? Eso sí, que no falte una nueva embajadita en Tokio.