Hemos superado los primeros días de emergencia por sequía en Cataluña y nada ha variado. Sigue sin llover. Y el ciudadano apenas ha notado cambios con respecto al consumo (otra cosa es el campo, la agricultura). El límite de gasto diario se sitúa en 200 litros por habitante –cantidad que casi nadie alcanza–, se prohíbe la limpieza de calles y el riego de parques y jardines, y tampoco se permite el lavado de coches, cuando todo el mundo sabe que limpiar el vehículo es la mejor manera de atraer la lluvia. En el horizonte figura la amenaza de cerrar las duchas de los gimnasios, si las cosas empeoran, una medida más efectista que efectiva, pues lo que busca es, más que ahorrar (que también), concienciar.
De acuerdo, asumamos las restricciones ante la emergencia. Seamos solidarios. Resignémonos y paguemos los de siempre la mala gestión de los de arriba. Y entendamos que, a menudo, utilizamos mucho más de lo que necesitamos para vivir. Un poquito de por favor. Ahora bien, puestos a fijar limitaciones, el agua no es lo único que hay que acotar en Cataluña. Ni los ciudadanos los únicos que debemos sufrir los recortes. Ni mucho menos.
Si bien el agua hay que administrarla por déficit, hay otras cosas que hay que recortar por exceso, como los numerosos cargos públicos o las 21 embajadas de las que presumía en Túnez la consellera Meritxell Serret mientras hacía un llamamiento a no malgastar agua. Hay que ser muy cínico o vivir totalmente en una realidad paralela, pues todos los recursos (tiempo y dinero) desperdiciados a causa del procés y las estructuras nacionalistas se podrían haber destinado a, por ejemplo, crear infraestructuras para afrontar la sequía. Porque esta situación no nos ha pillado de nuevas. Pero no, recurramos a Valencia, y que el conjunto de España, esa que tanto nos roba, pague parte del transporte en barco. Increíble, pero cierto.
La suerte o la desgracia para nuestros políticos es que todo va tan rápido, y es tan fácil desviar la atención del rebaño, que en las próximas elecciones nadie se acordará de la sequía (salvo que empiece a morir gente de sed). Cuando no es la sequía, son las necesarias protestas de los agricultores, o una guerra, o la amnistía. O el beso de Rubiales a Hermoso, el juicio a Dani Alves por violación o la Zorra de Nebulossa. El mundo sigue girando; el mundo sigue empeorando, por más avances que tengamos. Algún día cambiará.