Mano derecha de Oriol Junqueras cuando este era vicepresident de Economía. Segundo de a bordo del Govern de Quim Torra hasta su inhabilitación. Presidente en funciones encargado de pilotar la nave republicana hacia las elecciones de febrero de 2021. President con guante de seda y mano de hierro a la hora de lidiar con sus socios de Junts, llegando a cesar al vicepresidente Jordi Puigneró y poniendo en bandeja su salida de la Generalitat.

Es el manual de resistencia de Pere Aragonès, un presidente gris del que no se esperaban muchas cosas por parte de sus propios compañeros de partido, pero que ha ido escribiendo una biografía de superviviente al más puro estilo Pedro Sánchez. Tal es su carácter, que el dirigente se ve con fuerzas de agotar la legislatura en minoría y sortear la carrera de obstáculos del informe PISA, la sequía o la negociación de los presupuestos de 2024.

Aragonès no da la Generalitat por perdida y ha dado un giro de 180 grados a su Ejecutivo, donde imperaba el sálvese quien pueda entre consellers y ciertas carencias en cuanto a la dirección estratégica. Laura Vilagrà, su compañera de fatigas de los últimos años, ha dado el salto a la vicepresidencia; y Sergi Sabrià, uno de los cerebros del Govern y fontanero de Aragonès, será el nuevo viceconseller de Estrategia y Comunicación.

Veremos si la mano de Sabrià se nota en la recta final del mandato, pero en los últimos días Aragonès ya ha intentado ganarse a los profesores firmando un acuerdo con UGT y con CCOO para revertir recortes y ha redoblado la presión sobre Junts invitándoles a volver a gobernar juntos.

ERC tiene difícil retener la presidencia en las próximas elecciones autonómicas, pero está en campaña. Y se nota. La hiperactividad de Junts desde las elecciones generales del 23 de julio, cuando se convirtieron en decisivos para la gobernabilidad de España, ha hecho despertar a los republicanos de su letargo. Ya no se conforman con malvivir gracias al apoyo parlamentario del PSC y de los comunes. Creen que hay partido y están dispuestos a pelear.

Pero cabe preguntarse: ¿seguirán socialistas y comunes practicando una política de mano tendida ante un president que sigue alcanzando sus metas bajo una máscara de aparente debilidad? ¿Puede Aragonès escribir un glorioso epílogo de su manual de resistencia por ser subestimado por sus adversarios dentro y fuera del partido?

Lo decidirán las urnas, cuando Aragonès quiera.