El soberanismo catalán ha desempolvado los legajos de la llamada Operación Cataluña en los últimos días para corroborar algo que ya explicó Francisco Marco en su libro Operación Cataluña: La verdad oculta, que se publicó en 2017. Algunos han reparado estos días en que un grupo reducido de altos mandos policiales trabajó a sueldo para el Ministerio del Interior para desarbolar el desafío secesionista durante el procés, algo que el detective privado ya había explicado siete años atrás.
La digestión de este incendio político está siendo relativamente tranquila y limitada al campo político: servirá para justificar las neonatas comisiones de investigación en el Congreso de los Diputados, vaticinan los expertos. Creará el relato necesario para sostener el grupo de trabajo parlamentario.
Pero si uno se hace preguntas, puede surgir una clara: ¿por qué el independentismo no cita a la Guardia Civil, una de sus habituales bestias negras? La respuesta la dan fuentes conocedoras de los entresijos en la 7ª Zona del instituto armado: "Porque la Guardia Civil jamás sería tan maleable a las voluntades políticas: no habría participado".
La Benemérita, con sus virtudes y defectos, difícilmente podría ser permeada por un grupo de rogue agents como los que mancillaron la habitualmente diligente labor de la Policía Nacional (PN) con cuitas contra el procés no mandatadas judicialmente. "Las estructuras del cuerpo lo impiden: se siguen órdenes", insisten. "Los 60 de 60.000" de la PN, como les llamó Marco, no existirían.
Esta es la respuesta, y no otra, a por qué el nacionalismo no halla mimbres para enfangar a la Guardia Civil en esta penúltima reverberación del escándalo. Y eso que las relaciones en el entorno del instituto armado siguen siendo absolutamente gélidas: el exmayor de los Mossos d'Esquadra Josep Lluís Trapero apenas se habla con el teniente coronel Daniel Baena, y eso que coinciden en actos públicos.
Pero no hay mimbres para desacreditar a la Benemérita. Y sí a la PN. Las diferencias son obvias, y no las relatan los medios de comunicación secesionistas: lo sostienen hasta algunos exagentes del cuerpo. Pocos se acuerdan de que el ex jefe superior de la Policía Nacional en Cataluña, Narciso Ortega, nada sospechoso de indepe, denunció al entorno del PP y a un exministro del Interior por purgarle por motivos ideológicos y vigilarle después. Por su supuesta cercaníoa al catalanismo, según se entendió en el número 7 la calle Amador de los Ríos de Madrid.
Por cierto, que esa plaza de jefe superior de la PN en Cataluña está técnicamente vacante. Cuando haya un nombramiento, será el cuarto en siete años.
Pese a ello, la Guardia Civil a menudo es cornuda y apaleada. Otro ejemplo: apenas han terminado los fastos del 200 aniversario de la PN. Que, en Barcelona, sirvieron para apagar el incendio del supuesto traspaso de las competencias en inmigración a Cataluña. Pocos han reparado en lo que alertó el coronel de la GC e historiador cum laude Jesús Narciso Núñez Calvo: que tal aniversario es "inexacto".
Pero los tiempos políticos discurren por un lugar, l'air du temps, y no siempre por la senda de la verdad o el rigor.