El Hyatt Regency Barcelona Tower, el icónico Hesperia Tower de L'Hospitalet, que da la bienvenida a Barcelona a millones de turistas cuando transitan con el Aerobús, en taxi o VTC, acogerá este sábado el quinto aniversario de un club de swingers nacional que tiene vocación internacional. Antes, la torre Hesperia también fue escenario del festival BDSM más grande de Cataluña, con permiso de la buena gente de Sanctuary.
Bajo mi punto de vista, la parranda liberal, que discurrirá en el icónico ovni que corona el Hyatt, no merece comentario alguno: los que quieran irán, y los que no, no. Punto. Eso sí, creo que sí hay espacio de debate sobre cómo este tipo de productos alimentan una inquietante corriente de banalidad en Barcelona.
El icónico ovni del Hesperia acogió desde el estreno del hotel el restaurante EVO del malogrado chef Santi Santamaría, que llegó a atesorar tres estrellas Michelín por medio de El Racó de Can Fabes. El maestro de los fogones falleció en 2011, y Hesperia, la cadena que rige el rascacielos, cerró el bufet un año después, en 2012. Con gran pena para la familia del cocinero, pues éste se había tomado EVO como "un proyecto personal".
De hecho, el Tower no se podía desvincular de EVO, ni este restaurante del hotel. Tenían una relación simbiótica desde que se cortara la cinta de ambos en 2006. Pero tras el cierre, la circunferencia flotante del alojamiento permaneció años vacía, hasta que la cadena creada por el constructor gallego José Antonio Castro Sousa retomó otro proyecto gastronómico con Ovnew, de la mano de los imprescindibles Jon Giraldo y Jaime Lieberman, creadores de Spoonik y Anormal y dos de las voces más frescas de la restauración catalana.
El proyecto acabó fulminado por Hesperia entre acusaciones de poca paciencia y de no haber querido reformular. Fue antes de la pandemia del coronavirus, para más señas. El pulso entre los chefs y la hotelera de L'Hospitalet está judicializado, con una primera victoria para la pareja de profesionales.
Dos años después, en 2022, el ovni del Hyatt Regency Tower renació como club de copas. La firma lo reabrió como una discoteca con vistas a 107 metros de altura, pese a las acusaciones de competencia desleal que detectan operadores de ocio nocturno con los hoteles, y que, como es natural, no se limitan a este alojamiento, sino a muchos otros.
Este sábado, finalmente, el ovni de Hesperia acogerá una fiesta openmind, con lencería y erotismo a 107 metros de altura.
Lo que pasa en la alcoba no es noticia ni opinable si afecta a mayores de edad y rige el consentimiento. Pero creo que sí es debatible la tendencia a deslizarse hacia cierta banalidad de un enclave que acogió alta gastronomía durante años, y que ahora es poco más que un parrandómetro liberal.
Cuando se defiende que la ciudad necesita turismo de nivel, muchos soslayan que para atraer a este turismo, también hace falta producto turístico de nivel. Sitios cuidados, con valor añadido. Y veo razonable sostener argumentalmente que atrae mucho más un bufet de calidad con aspiraciones Michelin elevado a 100 metros sobre el nivel del mar, algo inédito en Barcelona y entorno, que una mera sala de fiestas. Porque ya hay muchas otras que ocupan ese papel, y lo hacen muy bien.
Hesperia debería cuidar su producto muy mucho. Puede permitírselo, pues ha regresado a la senda de los beneficios y encara 2024 con vientos que vaticinan una elevada rentabilidad. Ese verde en las cuentas de la firma turística catalano-gallega -que cuenta con un secretario, su CEO, en la junta del Gremi d'Hotels de Barcelona- no debería ser a cualquier precio, sino que cabría pensar un poco en clave de ciudad.
Al menos si después se quieren pregonar determinados discursos sobre la necesidad del turismo de calidad en la urbe.