El Govern ha abierto la puerta este fin de semana a que Cataluña reciba barcos cargados de agua potable si la situación de sequía empeora. Es decir, si las nevadas y las lluvias de lo que queda de otoño e invierno son escasas. La Agencia Catalana del Agua (ACA) calcula que las naves deberían llegar a principios de la próxima primavera para garantizar el recurso en el territorio.
Por ahora, las estaciones de esquí que han abierto puertas este fin de semana lo han hecho con bastante normalidad. Las temperaturas han oscilado entre los -7 y los 4 grados este sábado en Baqueira-Beret, donde el sol ha acompañado a los primeros esquiadores de Vall d’Aran.
Han podido bajar por 23 pistas y los gruesos de nieve acumulados han oscilado entre los 30 centímetros en las cotas bajas y los 10 centímetros en las altas. Los cañones de nieve han funcionado durante toda la semana y garantizan la práctica deportiva, aunque ya hay nieve en el resto del Naut Aran. Y que la nieve se acumule en los Pirineos será clave para determinar el grado de afectación de la sequía, ya que es con el deshielo con el que se llenan de forma destacada los pantanos.
Y es que, en pleno siglo XXI, Cataluña mira al cielo a la espera de que lleguen precipitaciones, sean en forma de agua o hielo, para que su ciudadanía pueda abrir el grifo con tranquilidad. La misma Cataluña que pugna con otras ciudades punteras para desarrollar la próxima generación de ordenadores cuánticos junto al MareNostrum de Barcelona sólo es capaz de mirar la previsión meteorológica para garantizar un suministro que resulta básico.
La llamada década perdida también ha tenido su impacto en la ACA. La gestora de las infraestructuras de agua del territorio se ha centrado en enjugar una deuda que ponía en jaque su futuro, tal y como recuerdan sus responsables, y ha ejecutado los proyectos indispensables para que el suministro fluyera.
La oposición ha criticado la falta de perspectiva en mantener sólo una política de atajar pasivo, especialmente por las nuevas obligaciones que deberá asumir para hacer frente a la carencia del agua. Se critica la falta de mirada a largo plazo en la gestión de un ámbito tan sensible de la Generalitat.
El Govern trabaja ahora en cómo se limita el consumo, cuestión que nunca ha sido un problema real en Cataluña --es uno de los territorios con una población más concienciada en no desperdiciar este recurso--, y en cómo conseguir más agua, de ahí el globo sonda con la llegada de barcos. Pero se duerme en poner en marcha con convencimiento sistemas que ya están testados y funcionan en algunos ríos como la regeneración.
El Govern está centrado ahora en el pacto de investidura. Esta semana se ha reunido de forma extraordinaria para hablar del traspaso de Rodalies, lo hizo el mismo día en que el personal de Renfe desconvocaba la huelga por la operación.
El president, Pere Aragonès, repite en sus últimas comparecencias promesas sobre un referéndum de autodeterminación (que el líder de la oposición niega hoy en una entrevista en Crónica Global). Aún no se ha dado cuenta de que su gran problema es el de la sequía. Y aunque ha heredado un problema importante de inacción en la ACA, la gestión nefasta de su equipo le sitúa como el máximo responsable.