“Defiendo la amnistía para hacer de la necesidad, virtud”. Los que exigían claridad a Pedro Sánchez respecto a sus intenciones ante Junts y ERC, la han tenido este sábado. El presidente del Gobierno en funciones ha reconocido en su comité federal que otorgar la medida de gracia a todos los condenados por causas relacionadas con el procés (un cajón de sastre inmenso en el que, forzando, llega incluso a caber Laura Borràs) “no era nuestro plan para este momento, pero uno no siempre elige los momentos en los que se realizan sus planes”.

Ha admitido que se trata de “una condición” para que “pueda haber un gobierno progresista y evitar un gobierno de Vox y PP” y ha abierto una consulta a la militancia con una pregunta trampa en la que, precisamente, no hace referencia a la amnistía que es moneda de cambio para quedarse en Moncloa. “¿Apoyas el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?”, inquiere la cúpula a los socialistas con carné.

La elección de este enunciado acerca a Sánchez al independentismo catalán. Cabe recordar que es experto en recurrir a expresiones crípticas que evitan preguntar lo que realmente preguntan en las dos consultas ciudadanas / referéndums que se han celebrado en Cataluña desde el inicio del procés. Ambos ilegales y que han generado responsabilidades económicas y judiciales a sus impulsores. La amnistía es el único camino que les permitirá dejarlas atrás sin pagar nada a cambio.

Salvo una sorpresa mayúscula, Sánchez recibirá el aval de las bases que necesita para armar su relato e ir a la investidura. Y es que los partidos “ya no son grandes espacios de debate, sólo hay animadores que asienten y se guardan sus opiniones para preservar su empleo”, lamentaba un socialista de la vieja guardia esta semana. Se trata de un mal que comparten todas las formaciones.

El sentido común lleva a pensar que Junts y ERC aplaudirán con las orejas la oportunidad histórica que se les brinda. No han salido precisamente reforzados de las urnas y pueden tener la clave ya no sólo de la investidura, sino de toda la legislatura. Pero la batalla por el relato puede tirar por el retrete esta coyuntura, y esta es otra de las grandes especialidades del independentismo catalán.

Hace días que Junts y ERC transitan por este camino. Los republicanos han insistido en ello este mismo sábado. Oriol Junqueras mandó el mensaje a Sánchez de que el acuerdo debe incluir más dinero para Cataluña. En cuanto a Carles Puigdemont, ayer estaba ocupado en una despedida con honores (un café y un abrazo) al rapero Valtonyc, que regresa a España tras su particular exilio.

Puigdemont es de verdad el gran reto para Sánchez. ERC ha demostrado en la última legislatura que sus gestos son, al final, gestos.

El expresidente catalán huido de la justicia podría regresar a Cataluña con la amnistía e incluso presentarse de nuevo a unas elecciones. Pero es más que posible que le sepa a poco. Que pese más en su balanza personal el peligro de no poder regresar a Girona y ser recibido como Tarradellas. El peligro de tener que encajar que le llamen botifler los más radicalizados --esos que, por cierto, son especialistas en dar lecciones independentistas desde el sillón de su casa--. El aviso del Consell de la República, el parlamento fake que él mismo creó, está ahí y no es un buen precedente.

Sánchez se ha empleado a fondo para asumir el coste que supone la amnistía, una medida que no cuenta con la aceptación de los indultos ni siquiera en Cataluña. Sólo es necesario ver todos los condicionantes que le puso el Círculo de Economía al darle su apoyo. Tantos, que la hacen imposible.

Pero, ¿será suficiente para Puigdemont? La alternativa sería continuar con su exilio, pero quizá en Suiza, y mantener su actividad política en el Parlamento Europeo (se da por sentado que será el cabeza de lista de Junts en las próximas elecciones). Como señalan desde su entorno, no es tan mal plan.