Escuchamos a Pedro Sánchez empezar a justificar la amnistía a los condenados y enjuiciados por el procés y muchos se rasgan las vestiduras.

Y vive Dios que les entiendo.

Escuchamos al presidente en funciones alardear de los indultos –que aderezó con la supresión del delito de sedición– y muchos ponen el grito en el cielo.

Y les aseguro que comparto su dolor.

Vemos a la vicepresidenta Yolanda Díaz mendigar el apoyo de CCOO y UGT a un Gobierno apoyado en los nacionalistas (que supongo que lo obtendrá, pues ambos sindicatos fueron piedras angulares del procés) y muchos vociferan sus lamentos.

Y me siento solidario con ellos.

Pero habrá que empezar a asumir la realidad. Y la realidad es que los ciudadanos españoles votaron libre y conscientemente en julio pasado.

Conocían perfectamente antes de acudir a las urnas cuáles eran las alternativas: un gobierno con Batasuna y Junts, o un gobierno con Vox. No había más opciones.

Y el pueblo habló con claridad. Los españoles prefirieron dejar el futuro del país en manos del exterrorista Otegi y del sedicioso Puigdemont antes que del ultraderechista Abascal. Prefirieron avanzar en la desintegración del país que en su derechización.

Pues esto es lo que hay.

Eso sí, no admito gemidos de los andaluces, canarios, gallegos, castellanoleoneses, extremeños, aragoneses, riojanos o cántabros (porque, por lo que se ve, españoles ya no abundan) cuando sus intereses sean cercenados por las regalías que habrá que entregar a los nacionalistas.

Ahora, chitón. Porque los únicos responsables de la decadencia son ellos. Sois vosotros. Escogisteis ruina y destrucción, pues ruina y destrucción tendremos.

Y tal vez lo merezcamos.