Cataluña se ha convertido esta semana en el Punxsutawney, la población de EEUU en la que vive la marmota Phil en la película El Día de la Marmota. La mayoría independentista del Parlament ha subido el precio de la investidura de Pedro Sánchez y exige junto a la amnistía a los políticos con causas abiertas por los hechos de 2017, un nuevo referéndum de autodeterminación. En esta ocasión, pactado, porque “la resolución del conflicto político entre Cataluña y el Estado español pasa por la vía política y democrática, y se reafirma en la defensa del ejercicio al derecho a la autodeterminación”, tal y como reza el documento aprobado por ERC y Junts -la CUP les ha dado plantón al considerar que ya se votó en octubre de 2017 y que no es necesario volver a poner las urnas-.
El secesionismo ha perdido tanto votos como poder de movilización, pero tiene la llave de la investidura de Pedro Sánchez y ha decidido jugar la carta de la radicalidad. Incluso con algo tan serio como las resoluciones que se aprobaron el pasado viernes en el Parlament.
Antes del 23J la política catalana estaba instaurada en el sopor. Lo más noticiable eran las carencias en la gestión del equipo de un Pere Aragonès que incluso planteó una crisis de gobierno para tomar el oxígeno necesario con el que abordar la segunda parte de su mandato. Y fue blanco de críticas del empresariado catalán, el mismo que resta mudo en un momento en el que la actividad política en Cataluña regresa a la actualidad.
No siempre fue así. Cabe recordar que, en junio de 2021, el entonces presidente del Círculo de Economía, Javier Faus, reivindicó la necesidad de otorgar los indultos a los líderes secesionistas encarcelados para “explorar una solución que encauce el conflicto político del encaje de Cataluña y España”. La petición fue en ese momento valiente, levantó polvareda y propició que el lobi empresarial catalán marcara la agenda.
Dos años después y con Jaume Guardiola en la presidencia, el Círculo de Economía ni está ni se le espera. Se apunta a que la actual junta no quiere entrar ni siquiera a debatir en profundidad sobre la oportunidad de conceder la amnistía a los independentistas para evitar pisar callos y molestar a sus socios. Ya se sabe que en las bases hay opiniones de todo tipo. Siempre han existido, pero nunca hasta ahora había sido un problema para abrir los debates necesarios que concluyen en una nota de opinión.
Nedar i guardar la roba ha sido la especialidad del empresariado catalán. Pero su insistencia en mantener el perfil bajo sólo le acerca a la irrelevancia y abre la gran pregunta, ¿tiene sentido una institución como el Círculo de Economía si su máxima es la de no molestar?