Dice el Govern, ahora que ha pasado el verano, con sus desplazamientos masivos por carretera, con tráfico denso, accidentes, colas y caos, que va a ponerse en serio a solucionar los problemas de movilidad de la AP-7, la principal vía asfaltada de Cataluña. El Ejecutivo catalán va con dos años de retraso. No está mal, más vale tarde que nunca, pero esas cosas es mejor hacerlas antes de la campaña estival, cuando se prevén los desbarajustes y es posible apreciar el impacto real de las medidas, que después de ella. En cualquier caso, señala a los camiones o, mejor dicho, a los camioneros, a los que quiere reconducir. Nunca mejor dicho.
Esta agilidad en la gestión de la AP-7 deja claras, una vez más, las prioridades del Govern. Y la primera de la lista es por todos conocida: la lengua, la imposición del catalán (necesaria para crear un relato, un marco ideológico), que será el eje de la manifestación independentista del 11 de septiembre, la Diada, por la supuesta “persecución” que sufre. Y esa supuesta persecución es, ni más ni menos, que la eliminación del requisito de saber catalán en Baleares para poder ejercer en la sanidad pública. Para que nos atiendan y curen. ¡Qué barbaridad! ¡Qué ofensa! ¡Quieren exterminar de la noche a la mañana un idioma que, según los espías lingüísticos, entienden 10 millones de personas! Pero ¿es eso posible?
Digo yo que tan perseguido no estará el catalán cuando el Gobierno (no importa el color) hace la vista gorda ante la imposición de esta lengua en la escuela, ante el constante ninguneo del Govern a las sentencias judiciales que fijan en un mínimo del 25% las materias que hay que dar en castellano –aparte de la asignatura de lengua– y ante los proyectos lingüísticos de numerosos colegios que tratan el español como idioma extranjero o quieren erradicarlo del pensamiento de los comodones alumnos castellanohablantes. Y tampoco estará tan perseguido cuando Francina Armengol (PSOE) permitirá que se hable en el Congreso, previo chantaje de los independentistas para darle apoyo como presidenta.
Hablando del Congreso… Ahí sí que se va a producir un auténtico atasco, ¡pero lingüístico! Sus señorías ya no se entienden hablando la lengua común, como para hacerlo hablando cada uno su dialecto y empleando las jergas de cada casa. ¿Se puede ser más absurdo? ¿Hay que pagar varios traductores simultáneos en lugar de emplear el castellano, que lo entendemos todos? Bueno, eso de la traducción ya lo intentó TV3, a la inversa, con Cayetana Álvarez de Toledo hace unos años. Por ahora, se permitirá el uso del catalán, del euskera y del gallego, lenguas cooficiales de España, pero el aranés también pide su sitio, ¡y con razón! Puestos a jugar al absurdo, no entiendo por qué no se suman el bable, el castúo y hasta el silbo gomero. O, mejor: solo en Barcelona se hablan más de 300 lenguas, ¡démosles voz! ¿Acaso estas minorías no merecen que las escuchen?
¡Qué bien les va el beso de Rubiales para tapar todas las vergüenzas (amnistías y tantas otras cosas que se nos escapan)!