Si cualquier gestor de cementerio, público o privado, de cualquier país de Europa admitiera que le han desvalijado 162 sepulturas ante sus narices, habría consecuencias. Si un operador de cualquier índole reconociera estar inerme ante una banda de cacos que saquean su camposanto a placer, habría dimisiones. O destituciones. 

Nos podemos poner como queramos, podemos pensar lo que nos plaza o tener querencia por el color político o ideología que nos guste. Pero si en un cementerio occidental, cualquiera, se despluman 162 nichos --que se conozcan-- con absoluta impunidad ante la impotencia de sus gestores, rodarían cabezas.

En Barcelona, claro, no han rodado. Crónica Global avanzó en exclusiva el 11 de julio que los Mossos d'Esquadra habían tenido que desplegar drones con cámaras térmicas para cazar a bandas de cacos que exhumaban sepulturas para --atención-- robarles las joyas o arrancarles dientes de oro. La historia es tan macabra que tienen suerte en el Ayuntamiento de Barcelona que no ha traspasado fronteras. Los medios internacionales, en especial los tabloides de algunos países, se podrían poner las botas con lo que está pasando en Montjuïc. 

Y eso es evidente que un mal día lo puede tener cualquier administración pública. Cualquier empresa. O dos. Uno, dos, tres noches puedes sufrir el envite de los cacos, que entren en un cementerio que se expande por 56 hectáreas en la loma sur de Montjuïc, y que arremetan contra un grupo de nichos, llevándose lo que puedan. Si pasa en el centro de Barcelona, puede pasar en la frontera sur, solo faltaría.

La pregunta es cómo puede ser que los vándalos profanen a placer 162 nichos y nadie sepa cómo lo han hecho. ¿Cuántas noches entraron los cacos? Qué seguridad hay en un recinto público como es el mayor Cementerio de Barcelona? Cómo redunda la tasa de conservación que pagan los usuarios por inhumar allí a sus familiares?

Y, sobre todo, cómo puede ser que en la nueva licitación de B:SM no se refuerce la seguridad nocturna de los cementerios? A qué esperan? A pasarle el fardo a los sufridos Mossos?

Cualquiera puede ser diana de una Barcelona que aún sufre los problemas de seguridad que la exalcaldesa Ada Colau atribuía a "percepciones", pero de las administraciones públicas se espera capacidad de respuesta y de liderazgo. 

Y no, Cementiris de Barcelona no ha tenido ni una cosa ni la otra. Es cierto que el equipo de Miquel Trepat, actual director general, ha mejorado la gestión anterior, sectaria, de Eloi Badia y Jordi Valmaña. Dos de los gestores públicos más funestos que se recuerdan, pues se hundió un bloque de 144 nichos en 2017, mezclando restos humanos, cascotes y trozos de ataúd, y metieron una retroexcavadora para intentar taparlo. Las indemnizaciones a las familias titulares de sepulturas han acabado costando más de 500.000 euros a Cementiris, y subiendo. 

Ahora, con esta nueva crisis en 2023, se imponen respuestas y otro talante. El equipo de Trepat se ha quedado a la mitad, mejorando la hoja de servicios anterior, pero tampoco llegando a la gestión pública deseada. 

Cabe recordar que Cementiris es una empresa rentable. Arroja un beneficio anual de más de dos millones de euros --de 2,07 millones en 2022-- y no debería tener graves problemas económicos. Con estos mimbres, ¿cómo es posible que los gestores que la piloten permitan chapuzas de tamaño mayúsculo, como el hundimiento de 2017, el triste papel jugado en pandemia en 2020, o los saqueos de 2023, cada cierto tiempo? Ha descuidado Cementiris su labor fundacional? Acaso inhumar, custodiar tumbas y dar un servicio al ciudadano es una labor harto complicada?

Como detallamos hoy en Crónica Global, ya hay familias que se plantean demandar a esta empresa pública por los robos de las tumbas de sus seres queridos. De nuevo, compensaciones que, si se sustancian, pagará una aseguradora, que a su vez subirá la póliza a su asegurado --Cementiris-- quien, a su vez, abonará las cuotas con los impuestos de todos los administrados. Todos nosotros

Un mal negocio para todos que exige soluciones urgentes, mucho más importantes que grandes hojas de ruta fallidas que jamás concitaron apoyo político. 

Que en el escándalo de los robos no reine la paz de los cementerios, por favor, pues saldremos todos perdiendo.