Hace justo un año, el 10 de agosto del 2022, escribí la columna 24 horas recogiendo limones de la AP-7. Un camión volcado en un accidente mortal perdió la carga y provocó el cierre de la autopista durante 11 horas, aunque se estuvieron recolectando frutos de la vía durante un día entero o más. Pues bien, ahora cambiamos limones por cerdos, pues otro camión volcado, en esta ocasión cargado de animales de bellota, como diría el maestro Ibáñez, derivó el lunes en el cierre de la misma AP-7, en otro punto, durante siete horas. En plena operación salida de agosto y retorno de julio. Y no, no son casos aislados.

Basta con echar un vistazo a las incidencias viarias del martes para confirmar que el problema de la AP-7 es real: a las tres de la mañana, un vehículo incendiado provocó retenciones y el cierre de un carril en Vilafant dirección Barcelona; a las ocho, un accidente en Roda de Berà inutilizó dos carriles, provocando colas de varios kilómetros; a las diez, un accidente en Cambrils derivó en paros de tres kilómetros; minutos después, otro carril inoperativo en Sant Cugat por otro accidente y más colas y, casi al mismo tiempo, un incendio en Mont-roig del Camp cortó la autopista en ambos sentidos dos horas; sin olvidar que, antes de comer, se registraron colas de hasta 7,5 kilómetros en Martorell por otro accidente y otro carril cortado… Y así cada día.

Se van a cumplir dos años del fin de los peajes, y el caos en la AP-7 ha ido en aumento. Cierto es que el tráfico se ha incrementado una barbaridad en esa vía rápida, como también lo es que hay muchos camiones, que corremos, que no respetamos las distancias y que no vamos por el carril que nos corresponde. Pero eso no debe tapar la pésima gestión de la infraestructura desde la Administración, tanto del Estado como propietario, como de la Generalitat y su falta de inversiones. Ni previsión ni planificación hubo ante el levantamiento de las barreras y, ahora, cada contratiempo se convierte en una odisea, como se ha visto con los cochinos, puercos, gorrinos, marranos, cebones, guarros, cochos… esparcidos en la autopista. ¡Será por sinónimos de cerdo!

Los problemas no solo persisten, sino que se incrementan, pero nadie halla soluciones útiles. Se han probado algunas, como limitar la velocidad en algunos tramos. Y, ahora, Trànsit sugiere “trenes de camiones conectados”, por el carril derecho, a velocidad de crucero, como si se tratase de un grupo de ciclistas de gran tonelaje. Es cuestión de probarlo. Pero, en paralelo, lo que hay que hacer es apostar por el transporte de mercancías vía tren e impulsar alternativas a la AP-7, ya sea por carretera o en ferrocarril, incluso la vuelta de los peajes. Llevamos ya dos años así y es insostenible.