ERC recibió un severo castigo en las elecciones generales celebradas el domingo, dejándose casi la mitad de los votos y seis de los 13 electos al Congreso de Diputados que recogió en los anteriores comicios de 2019. Esa, la electoral, es evidentemente la primera y gran batalla de los republicanos en Cataluña.
De la misma no se ha escrito la última palabra, claro, pues Esquerra continúa al frente de la Generalitat de Cataluña, aunque con un apoyo débil: apenas 33 diputados de los 135 posibles como sostén directo del Govern.
Pero es que hay otra batalla, que se libra de forma soterrada silente. Y, en esta, ERC tiene mejores cartas en su haber. Se trata del combate sanitario, que los independentistas están librando contra su rival directo, el magma de Junts. Y en esta disputa hay cuatro nombres que cabe reseñar, indican las fuentes conocedoras: el consejero de Salud, Manel Balcells; el director del CatSalut, Ramon Canal; la secretaria de Salud, Mercè Salvat y el portavoz de ERC en la Comisión del ramo del Parlament, Jordi Albert.
Los cuatro políticos y representantes conforman un arpón cuadricéfalo que perfora ora aquí, ora allí, con la insobornable meta de quebrar la influencia posconvergente en la sanidad catalana. De la sede de la consejería al Parlament se sabe que el entorno de Junts mantiene una notable influencia en el sistema sanitario. De hecho, algunos altos cargos han teorizado que el Departamento de Salud es "ingobernable" si no lo rigen los de Jordi Turull y Laura Borràs, pues precisan que existen demasiados gerentes de consorcios y de fundaciones, jefes territoriales y cargos de escasa bata blanca y mucho pasillo. Encarnan dónde reside el verdadero poder del sistema asistencial. Y esta capa es abrumadoramente juntaire.
Quizá por ello, ERC ha tejido un ariete que, más que arremeter de frente, golpea éste o aquél pilar de forma que se viene abajo parte de una estructura y se abre espacio para elevar otra de nuevo cuño. Es lo que pasó con la triple operación en los cuarteles de mando de los hospitales de Girona y Mataró, que avanzó Crónica Global.
Hubo una incisión rápida, indolora, y cuando algunos reaccionaron, la operación ya estaba ejecutada. Alguno de los concernidos, estupefactos ante la envolvente republicana, se marcharon a la francesa, sin despedirse.
El cuarteto de ERC quiere más. Anoten un vocablo-fuerza: publificar. La próxima batalla a la que se enfrentarán los de la calle Calabria de Barcelona -con permiso de la electoral, pero vinculada a ésta como derivada- es qué otra gran externalización sanitaria revierten. Algunos piensan que será el transporte sanitario, pues el Parlament debate una ponencia de internalización del gran contrato de las ambulancias, que en la edición anterior, en 2015, produjo un espectáculo bochornoso en Cataluña.
No, no serán las ambulancias. La batalla que viene es por la fisioterapia y rehabilitación ambulatoria. Se trata de un sector que los republicanos consideran demasiado influenciado por Junts y su sector negocios, por lo que estiman necesario que pase a regirlo el sistema público. Nada de externalizar de nuevo, sino proveer el servicio desde, quizá, el ICS.
Es evidente que el coste del capítulo uno, el de personal, será uno de los grandes argumentos de los contrarios a internalizar. Los partidarios, entre los que se citan los cuatro nombres citados arriba, esgrimirán que en la última gran licitación en 2012 hubo un reparto tan escandaloso que hasta la Autoridad Catalana de la Competencia (Acco) tuvo que pronunciarse y multar.
En mitad de este cambalache figuraba el sempiterno Josep Maria Padrosa, apoderado de una de las ganadoras, Fisiogestión, y director del CatSalut cuando se vino la otra gran martingala, la de las ambulancias, en 2015. El médico afín a CiU ha terminado guardando sus secretos en el Hospital de Olot, donde se llevó a su hombre de confianza, Jaume Herèdia, que también sabe lo que pasó con las ambulancias, pero calla, dicen los que saben.
El (próximo) concurso de rehabilitación en Cataluña, con muchos millones en juego, es uno de los cuatro a los que el cuarteto republicano ha puesto la vista. Pero habrá más. El póker de mandos indepes busca poner orden al sistema y, de paso, atajar las esferas de poder más o menos informales que rigen en el mismo. Para ello cuentan con los sindicatos, a los que utilizarán de aliados en un quid pro quo.
Sus críticos avisan de que el alma izquierdista de ERC podría imponerse en Salud, y buscan azuzar la otra alma, la liberal. La batalla está servida, tanto dentro del partido como fuera. Pero primero vendrá la liza electoral, claro.