La reciente visita de Feijóo a Cataluña con motivo de las jornadas del Círculo de Economía ha sido decepcionante.

Sí, el candidato popular a la Presidencia del Gobierno ha lanzado un mensaje económico muy razonable y muy sensato, pero ha tenido tremendos resbalones y olvidos lamentables.

El principal tropezón ha sido alardear de que él jamás utilizaba el español cuando fue presidente autonómico de Galicia (2009-2022). “Yo, en Galicia, nunca me expresaba en público en castellano porque era el presidente de una comunidad autónoma, y teníamos dos lenguas cooficiales, sin duda, [pero] me expresaba en gallego porque era el presidente de Galicia”, ha señalado Feijóo sin despeinarse.

Y su omisión imperdonable ha sido la relativa a la sistemática discriminación lingüística que sufren los catalanes castellanohablantes en Cataluña. Algunos dirán que no era el lugar para ello, pues se trata de un foro económico. Pero lo cierto es que ha sido el propio Feijóo quien ha sacado el tema de la lengua durante el turno de preguntas, pese a que no ha sido interpelado directamente por esa cuestión.

“Tengo la ventaja de haber nacido en un lugar periférico, también, y la ventaja de saber que España no es lo que ocurre en Madrid. Tengo la ventaja de saber que el gallego y el catalán son lenguas españolas, y que, por tanto, una persona que te habla en catalán no tiene ningún problema contigo, simplemente es que se expresa en su lengua materna o en su lengua habitual”, ha expuesto el candidato popular.

Sin embargo, el líder del PP no se ha atrevido a decir ni una sola frase sobre la brutalidad de la inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán que se aplica en Cataluña desde hace décadas de forma ilegal. No ha dicho ni una palabra sobre el 25% en castellano, que los dirigentes de la Generalitat siguen incumpliendo retorciendo las normativas.

De hecho, Feijóo ni siquiera ha sacado de refilón su propuesta de “bilingüismo cordial” de hace un año, consistente en impartir las clases de forma equilibrada en las dos lenguas oficiales.

Probablemente, el candidato popular es consciente de que es imposible garantizar los derechos de los catalanes castellanohablantes sin enfadar a los nacionalistas. Y no parece dispuesto a hacer nada que pueda molestar a los radicales, nada que pueda incendiar las calles. Así, todo apunta a que los constitucionalistas volveremos a ser el precio a pagar.

Y es que un tipo que ensalza el legado político de Josep Piqué por “catalanista” y que presume de pasar 13 años sin decir una palabra en español en público no es de fiar.