El debate sobre la vivienda ha marcado la primera mitad de la campaña electoral en la gran Barcelona gracias a un nombre propio, el de Desokupa. Cómo los de Dani Esteve le han comido la tostada a los partidos políticos es materia de análisis. Pero, más allá de las consideraciones sobre la empresa que ha capitalizado la atención mediática, esta cuestión ha forzado que la discusión política se estructure de nuevo en los ejes tradicionales derecha/izquierda. Toda una novedad tras una década de proceso independentista en Cataluña.
Las formaciones que beben del eje nacional intentan que no decaiga. Intentan meter cucharada en la actualidad del día recordando los problemas de la red de Rodalies. ERC y Junts tienen en estas municipales otro campo de batalla abierto. La noche del 28 de mayo será clave para medir el estado de salud de ambos partidos tras la ruptura en la Generalitat y ver si los republicanos sacan rédito del gobierno en solitario. A pesar de su pugna, tienen puntos en común. Así quedó claro el viernes, cuando registraron dos iniciativas en el Congreso de los Diputados casi calcadas para exigir al Gobierno el traspaso del servicio de Rodalies a la Generalitat.
El fondo del conflicto es de sobras conocido. La red de Adif es vieja y falla mucho en Cataluña y, aunque el ministerio haya puesto el acelerador inversor, va con años de retraso. En cuanto a Renfe, la Generalitat es la titular del servicio de Rodalies desde 2010, detalle que se suele pasar por alto cuando se lanzan mensajes de tintes populistas a los que suben al tren para ir a Barcelona (la red es centralista). Los pasajeros acumulan un cabreo más que lógico por las incidencias continuadas.
ERC y Junts coinciden en prometer la excelencia del servicio cuando sea 100% responsabilidad de la Generalitat, pero sin entrar en detalles. Ni siquiera han clarificado cómo piensan integrar la plantilla al sector público catalán o qué trenes usarán para operar las líneas, entre otras cuestiones menores. En este caso, se trata de simplificar el discurso para conectar con los que se ven obligados a subir a un tren de Renfe en Cataluña y demasiadas veces tienen que esperar para llegar a casa o al trabajo.
Sacan pecho de la experiencia acumulada durante años como gestores de Ferrocarrils, aunque esta semana no es precisamente la mejor del mundo para los trenes catalanes. Y es que un convoy que tenía como destino Terrassa acabó el pasado lunes en Sabadell por una incidencia en la operativa de vías de Sant Cugat, un error que incluso lleva añadidos conflictos territoriales históricos no resueltos. ¿Qué haría uno de Terrassa perdido en Sabadell?