El excesivo amor por los animales (excesivo en el sentido de que en muchos casos se anteponen esos seres a los humanos) lleva un tiempo calando en la sociedad. La tendencia de dejar de comer carne se afianza por la pena que muchas personas sienten por terneros, cerdos y gallinas más que por una cuestión de salud. Preocupaciones del primer mundo. Pero nótese que en los últimos meses, a medida que se acercan las elecciones, aumentan las propuestas políticas para los animales de compañía. Sí, los perros y los gatos pueden tener la llave de la gobernabilidad en tu pueblo, en tu comunidad y en España. Tela.
Vaya por delante que me parece estupendo que se proteja a los animales de los sádicos –los galgos me producen especial ternura–, así como que se usen para ciertas terapias y se permita la entrada de perros, gatos y otros seres en playas, hoteles, restaurantes y transporte público. Nos ha costado una generación entender que las heces de los canes se tienen que recoger y, una vez se ha educado a los dueños, hay que permitirles que vayan acompañados de sus fieles amigos adonde quiera que se desplacen siempre que respeten las normas cívicas. Lo triste de todo esto es que se utilice a los animales para ganar votos.
En las últimas semanas hemos conocido, al menos, tres iniciativas en este sentido. Por un lado, la aprobación de la Ley de Bienestar Animal –no exenta de polémica– impulsada por Unidas Podemos; por el otro, el chapucero crematorio público de mascotas anunciado por el Ayuntamiento de Barcelona –que ya ha enervado al sector privado– de la mano de los comunes; y, por último, el anuncio de Badalona (PSC) de permitir el acceso de los animales de compañía a los edificios administrativos municipales y a ciertos establecimientos. Casualidad o no, las encuestas no vaticinan grandes noches electorales para ninguno de ellos. ¿Será que ahora solo te considerarán de izquierdas si eres animalista?
De todos modos, poco sorprende este giro en las prioridades de nuestros políticos. A falta de niños y de propuestas para incentivar la natalidad con las que asegurar el futuro, como favorecer la conciliación –por ejemplo–, van a lo sencillo, que es seducir a los cada vez más numerosos dueños de perros y gatos, que crecen en número a la par que disminuyen los padres. En España hay 420.000 canes más que menores de 18 años. Visto de otro modo, Pacma obtuvo 326.000 votos en las generales del 2019, unos votos perdidos porque, aunque suman más que formaciones como Bildu, no obtienen representación. Ahí está la llave del poder. El día menos pensado, permitirán votar a los animales de compañía. Al tiempo.