El empresariado del país está llamado a las urnas el próximo miércoles. Los patronos y representantes de organizaciones territoriales y sectoriales deberán elegir quién ocupará la presidencia de CEOE los próximos cuatro años el 23 de noviembre. En este este sentido, sorpresas pocas respecto al resultado final. Antonio Garamendi se mantendrá como líder y se impondrá a su rival, la catalana Virginia Guinda. Pero el vasco no podrá protagonizar el paseo triunfal por el que se había preparado tanto él y su equipo en los últimos meses y queda abierta la gran incógnita de cuánto voto de castigo recibirá.
El de Neguri fue también uno de los protagonistas de la última ocasión en que el empresariado dio un toque de atención a su máximo patrón. En 2014, perdió. Por la mínima y con muchos nervios de última hora por parte del equipo del vencedor, Juan Rosell, que consiguió aventajarlo por tan solo 33 votos. Esa fue su palanca para iniciar su segundo mandato al frente de la patronal.
En esa ocasión, lo que se reprobó fue que el catalán intentara hacer limpieza en CEOE y aplicase en Diego de León el mismo estilo que durante su mandato en Foment del Treball. También su adaptación a medias al Madrid y que siempre prefiriera la tribuna del Camp Nou que las zonas nobles del Santiago Bernabéu. Garamendi no tiene ese problema, pero también ha levantado ampollas en una patronal donde sus patronos están abonados a lo de tener dos caras.
Si miramos los apoyos recogidos en los últimos 10 días, el candidato que opta a la reelección debería arrasar. De las organizaciones que son peso pesado en el seno de CEOE, solo Foment del Treball, como es lógico, no ha mostrado de forma pública su apoyo al vasco. Pero una cosa son las manifestaciones públicas y otra muy diferente el sentido del voto final que emitan cada uno de los representantes de la asamblea. Es secreto y presencial, por lo que los compromisos que se otorgan son endebles.
Y para asegurarse el apoyo público de organizaciones clave como CEIM, Garamendi ha abierto la puerta a facilitar que su presidente, Miguel Garrido, le suceda en el cargo en cuatro años. Se ha intentado ganar de ese modo a uno de sus principales críticos, pero su promesa choca con las intenciones de otro de los patronos de peso en CEOE y gran censurador del ahora candidato a la reelección, el líder de Cepyme, Gerardo Cuerva. Ambos tienen tantas ganas de llegar a la presidencia de CEOE como de que Garamendi reciba un gran toque de atención en las urnas. De hecho, varios miembros de sus respectivas organizaciones con derecho a voto vocean a los cuatro vientos que su voto va a ir para Guinda.
Y sí, es la gestión de Garamendi lo que se ha encajado mal, sus casi 300.000 euros de salario anual que fijó como retribución al presidente cuando llegó al cargo y sus relaciones políticas. Se le considera, y critica, que sea una correa de transmisión del PP como que diera su brazo a torcer ante el Gobierno y los sindicatos en la reforma laboral. Su gestión fue patosa y llegó al extremo de no divulgar los documentos de debate entre sus vicepresidentes, hecho que dice mucho de su estilo.
Todo ello abrió una herida que no se ha resuelto y que ha propiciado que, finalmente, CEOE ponga de nuevo las urnas. No está en juego su mandato, sí su credibilidad como presidente.