El maremoto que se ha generado en el país tras el anuncio del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de que reformará el delito de sedición ha tapado el aviso lanzado el viernes desde Naturgy. El presidente ejecutivo de la cotizada, Francisco Reynés, advertía de que el precio de la energía seguirá en la zona alta como mínimo “unos meses” y que falta bastante más tiempo para recuperar precios de facturas como las de 2021.
Señalaba que el momento actual, en el que se ha contenido el recibo respecto al verano, es transitorio y que pronto se volverá a elevar. Además, aseguró que dejar de consumir gas a corto plazo es un objetivo poco realista porque no están los deberes hechos en materia de transición energética en el país. Especialmente en la industria, donde se encuentra el grueso del consumo.
La visión que aportó Reynés fue tan realista como pesimista. Si bien es cierto que el otoño ha sido menos duro de lo que se preveía, el impacto de la inflación ya se nota en el bolsillo de los ciudadanos. No se ha llegado a un escenario catastrófico e incluso tira el consumo. Así lo indicaban los datos de los negocios integrados en Comertia, que agrupa la empresa familiar del retail en Cataluña. La facturación agregada subió el 11,9% en octubre.
La Navidad está a la vuelta de la esquina y en algunos sectores ya se nota un repunte de ventas, como en la industria del juguete. En cuanto al empuje del Black Friday, el periodo de descuentos importado de EEUU solo para poder aplicarlos (de forma más o menos honesta según cada casa), se prevé que mantenga un buen tono. No serán jornadas de consumismo sin control, pero sí se comprará y se advierte de que más de uno puede encontrarse con productos agotados. La demanda no ha entrado en la decadencia que se apuntaba y aún hay problemas en las cadenas de suministros internacionales.
Pagar los costes energéticos ya es el principal gasto de las pymes y gran parte de las familias del país y todo apunta que así seguirá un tiempo. Aun así, la actividad se mantiene. Los efectos de esta nueva crisis, la de la inflación, se deben buscar más en una cuestión tan alarmante como la polarización social. Igual que el resto del mundo, España es un país con desigualdades cada vez más acusadas.
Aunque está en boca de todas las administraciones aportar soluciones al respecto, por ahora hay tantos (o más) deberes pendientes de hacer en este campo que en el de la transición energética. Los anuncios de políticas para mitigarlos se quedan en grandes declaraciones de intenciones con una materialización compleja y con unos resultados limitados.
Con las tijeras en la mano, Bruselas prevé que el PIB nacional crecerá el 1% en 2023, el peor año que dibujan las previsiones macroeconómicas de coyuntura. Quizá aún no ha llegado el momento de alejar el fantasma de la recesión porque no se ha puesto en marcha la calefacción, pero sí de recordar que, aunque pinten bastos, las estimaciones no son alarmistas. La salida de la crisis tampoco será una alegría total. En una sociedad que se mueve cada vez más en blancos y negros, hemos entrado en unos tiempos de moderación.