Pocas cosas hay en Cataluña en peor estado que el firme de la A-2 a la altura de Cervera y en dirección Lleida-Zaragoza. Debería estar más atenta la ministra catalana del ramo a estas cosas. Los políticos y periodistas que viajan entre Barcelona y Madrid lo hacen a través del AVE o del Puente Aéreo, con lo que es difícil que se enteren cuánto sufren los transportistas y los ciudadanos que utilizan el coche, la furgoneta o el camión como medio de transporte.

Una de las que aún está peor es el llamado ecosistema nacional de comunicación. Vamos, las radios, las televisiones, los diarios (tanto los legacy como los digitales)... Más allá de la dependencia del sector público --que también existe en Canarias o Galicia, por ejemplo--, hay escasez de profesionales. Quienes destacan acaban en la capital española para hacer carrera. Pasa tanto con los plumillas como con la vocación emprendedora o empresarial, los editores, vaya. Los antecedentes fueron los malogrados Antonio Asensio, José Manuel Lara Bosch y hoy es el caso de Josep Crehueras o de Mauricio Casals.

Lo más destacado que ha pasado en la comunidad autónoma tiene que ver con el retorno de Nicola Pedrazzoli al negocio de la televisión después de una jamás explicada marcha a los Estados Unidos varios años. Nicola es el italiano simpático que tras pasar por la factoría de Berlusconi y Mediaset decidió probar fortuna por su cuenta y riesgo e hizo algunos intentos en Cataluña junto al socialista Manuel Bustos, primero, y con el convergente independentista David Madí, tiempo después. Suyo fue el Canal 50 de Sabadell, después el Canal Català, más recientemente TVCat, y ahora 8TV.

Hemos hablado suficiente del empresario que se forjó en el entorno de Paolo Vasile y las Mamachicho y que hoy lidera un proyecto mediático que genera todas las dudas del mundo a políticos, empresarios, responsables de comunicación y markéting e, incluso, a los periodistas que colaboran o han estado tentados de hacerlo. A todos menos a Carles Puigdemont, que ha trabado una amistad intensa con el italiano. A ver si tenemos suerte y Pedrazzoli ficha también a la esposa del expresidente fugado, Marcela Topor, y los barceloneses nos ahorramos el pastizal que un tímido Salvador Illa no ha sabido retirarle y le financia a través de la Diputación de Barcelona, institución a la que el dirigente también envía a algún periodista desahuciado como si la corporación local fuese un cementerio de elefantes, pero de lujo. Elefantes con cuernos de marfil se supone.

Pedrazzoli no sería nadie en Cataluña sin la mano que ha mecido su cuna durante años. Es el socio que anduvo con él en sus primeros pasos y que hoy sigue junto al italiano en posición discreta. Se trata de Borja García-Nieto Portabella, conocido por presidir Riva y García, grupo financiero en el que también anda su hermano Ignacio, y que se deriva de la histórica Banca Riva y del aún más antiguo Banco Simeón. Ambos parientes están especializados en banca privada, corporativa, private equity y otras actividades empresariales.

Hasta aquí nada sospechoso. La dimensión menos conocida de Borja García-Nieto es su doble militancia. Una en el terreno espiritual --como miembro del Opus Dei -- y otra de carácter político: entregado al PP desde tiempos inmemoriales ha permanecido siempre en el ala más conservadora del partido. Es un inequívoco nacionalista español obsesionado con desactivar el independentismo tanto como le es posible.

En el plano religioso, García-Nieto destaca por participar en la Universidad Abad Oliba y por su relación con el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, que ejerce también de presidente de los obispos españoles. El empresario tiene incluso intereses cruzados. Una de sus últimas contribuciones es ayudar a generar ingresos por la vía de la comercialización de columbarios en las parroquias. Aquí va de la mano de Santiago Bach, yerno de Manuel Lao, y junto a la empresa Coral Memorial, impulsora de la iniciativa. En una reciente conversación con una periodista de Crónica Global sostuvo que él era “un soldado al servicio del general Omella” y que si su participación en el grupo de Pedrazzoli generaba un problema en su relación con el arzobispo daría un paso atrás. Al día siguiente, en una reunión interna del grupo 8TV con Pedrazzoli y otros altos cargos recién incorporados, minimizó sus manifestaciones para asegurar “que le habían pillado a contrapié, que no hicieran caso de lo que había dicho; era para salir al paso”.

A ese Borja García-Nieto, religioso, listillo, simpático, bronceado al extremo y de modales decimonónicos, le apasionan los medios y su cocina. Su primera incursión fue cuando ocupó un sillón en el consejo de Antena 3. Más tarde también fue consejero de Sogecable. Pero hay más: en los papeles de Bárcenas emergió su nombre vinculado a una operación con acciones de la Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos. Aquella revelación le llevó incluso a declarar ante el juez. Escapó del tuétano de aquel sumario. Luego regresó el amigo italiano y con él los ánimos expansivos.

Los cenáculos barceloneses ríen a carcajadas con las explicaciones que ofrece sobre las contradicciones entre su forma de pensar y el negocio acometido. Hasta contienen la sonrisa cuando relata que tiene un pacto con Pedrazzoli para designar a los opinadores constitucionalistas o que su límite en los contenidos sexuales está en las imágenes de “penetración”. Como si el socio italiano le hubiera vendido una Vespa rosa, García-Nieto hace gala de que 8TV será la televisión plural de Cataluña en breve. De la radio ya no dice nada, sobre todo después de que Prisa abortara el alquiler de sus frecuencias catalanas al conocer el proyecto de Pedrazzoli y García-Nieto. La parte visible, claro; no el todo.

En las últimas horas, además de la negativa de Prisa, los dos promotores han afrontado otros contratiempos. Dos socios iniciales de la empresa que compró la televisión al Grupo Godó, el andorrano Christian Pérez y el murciano Javier Morán, andan de retirada. Pese al hermetismo de la iniciativa ha trascendido que Pérez quiso la presidencia de la empresa, para hacerla valer en Andorra. Sin embargo, la vida y costumbres de este millonario pirenaico, a caballo del pequeño país, Ibiza y Argentina (donde posee una macrofinca), hacía difícil desempeñar el cargo. A Pérez le parecía un desatino ir a recoger una mención que recibió el canal de televisión en una localidad de las Terres de l’Ebre fuera del horario de oficina, cosas de ricos caprichosos. El caso de Morán es distinto. A finales de julio pasado negociaba con Borja y Nicola su repliegue como accionista. Es un profesional adinerado, pero no un inversor millonario. Ni a uno ni a otro les complace ver su nombre en los medios, asociado a un tinglado con más sombras que claros.

Si estos dos socios se baten en retirada y García-Nieto anda al rescate de sus participaciones, ¿quién pone de verdad el dinero en el proyecto mediático? Es la pregunta que flota en la ciudad. Pedrazzoli, con la arrogancia propia de su estilo altisonante, niega la salida de esos dos inversores iniciales y reta a los periodistas que le interpelan a publicar algo que solo puede conocerse si lo explica uno de los implicados. Su facilidad para el trilerismo en estas lides es conocida en el Grupo Godó, donde aún sonríen cuando recuerdan las cifras que el italiano dice haber pagado por la televisión en algunos foros. O cuando primero les demandaba por incumplimiento de un precontrato de alquiler y unos años después les compraba el multiplex televisivo. Y, claro, mientras tanto el proyecto consume recursos económicos. Ni Rahola, Sanchis, Pujol, Pena, Gordillo y el resto son profesionales low cost. La inversión publicitaria no acaba de llegar en el volumen que esperaban. A Jaume Giró le pidió cuatro millones de euros anuales de publicidad institucional, pero el consejero se ha atrincherado en los alrededor de 200.000 euros al año que 8TV ya percibía cuando era propiedad de los Godó. ¿Quién paga mientras tanto la feria de estas emergentes vanidades?

Las últimas especies que circulan ponían sobre la mesa dos nombres. El primero es el propietario de Naturhouse, Félix Revuelta. Pero el riojano y activista constitucionalista decidió al final invertir en una televisión por internet que se incuba en Madrid. Otro es el empresario Jaume Roures, líder de Mediapro, como un eventual apoyo económico a través de interpuestos. Quienes avalaban esa tesis no confirmada lo justifican por las dificultades y obstáculos que el trotskista no pudo superar cuando quiso comprar Grupo Zeta y que le tienen obsesionado con los ocupantes de las torres negras de la Diagonal.

Cualquier especulación sobre el chiringuito de Nicola, nacido contra un ecosistema de natural inmovilista y adocenado, despiertan varios interrogantes: ¿Cómo explicará García-Nieto la iniciativa a su amigo y nuevo hombre fuerte del PP, Alberto Núñez Feijóo? ¿Tiene buen encaje esa proximidad personal con sus intereses en medios que dan pábulo al independentismo o están dispuestos a vivir gracias a él? La incógnita ha llegado incluso al seno del PP. ¿Seguirá el dirigente popular dispuesto a desplazarse a Barcelona para escuchar los consejos de Borja sobre cómo afrontar la política catalana? ¿Abrirá la boca la iglesia, aunque sea en foros reducidos, sobre la contribución de uno de los promotores del proyecto mediático a los negocios de la archidiócesis?

Borja García-Nieto es uno de esos miembros silentes de la burguesía más activa. Sin embargo, el escudo protector de la discreción y la lejanía de los focos ha saltado por los aires. El consejo de ciento catalán quiere saber qué papel juega, si es directo o desempeña una función representativa para un tapado o para alguna institución como la iglesia y sus sectas. ¿Es un testaferro o va de cara? Lo del italiano genera chanzas, pero lo de Borja es caso distinto: alimenta la especulación alrededor de su propia figura e inquietud sobre la verdadera dimensión del proyecto mediático. Solo puede abandonar ese laberinto embarrado en el que se ha colado si se explica en público con transparencia y claridad. Aunque sea para decir amén.