Los Next Generation regarán a todo el país con 140.000 millones de euros. Son los fondos más cuantiosos que llegarán a España en un momento en que todos los pronósticos apuntan hacia una nueva recesión, la quinta seguida (subprimes, ladrillo, Covid, guerra de Ucrania, inflación) y que estará muy vinculada a que los bancos centrales deben poner fin a más de una década de programas de estímulo económico.
Esta inyección de recursos fue muy debatida --por lo mismo de siempre, el choque entre keynesianos y frugales-- y se aprobó con una condición. Los contrarios a este macroprograma de ayudas comunitarias fiscalizarán cómo se ha invertido hasta el último euro que se movilice. Cuestión que debería preocupar, y mucho, por ciertos proyectos que se han anunciado que se sufragarán con estos recursos.
El plan de recuperación se diseñó para transformar la crisis del coronavirus en una oportunidad para modernizar la actividad económica. Se han definido varias líneas de actuación para lograr este fin y todos los proyectos que opten a estos recursos deben encajar en alguna de ellas. Son la movilidad y las energías renovables; la formación y el desarrollo de capacidades (nuevos liderazgos); proyectos industriales; digitalización; financiación del emprendimiento y turismo y comercio.
Las primeras partidas ya han llegado a España y su ejecución va más lenta de lo habitual. Así lo ha reconocido esta semana el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en sede parlamentaria. Cataluña cuenta con 1.500 millones disponibles y ha repartido menos del 13%, un total de 199,4 millones. Los independentistas señalan como culpable de ello el Estado por usarles como “oficina de tramitación” sin poder “decir nada en la gestión”. Las excusas de siempre que no tapan lo más grave del asunto: que existe un atasco en la validación de propuestas. Que esté en línea con el ritmo (bajo) del resto del país tampoco es consuelo.
Pero lo que debería encender todas las alarmas son los sucesivos anuncios de iniciativas que se pretenden financiar por esta vía y están al margen del espíritu de los Next Generation. Los dos últimos que hemos conocido son la construcción de una nueva sede para Emergencias de Cataluña (SEM) y la financiación del edificio de la Cámara de Comercio de Barcelona del 22@. Es decir, ladrillo.
En España se nos da bien construir y contamos con grandes firmas que pujan (y consiguen) contratos en todo el planeta (y que cuando actúan mal, son castigadas). Pero cuando hablamos de modernizar la economía, no pasa precisamente por este tipo de actividad. No nos deberían sorprender los correctivos que lleguen en unos años de los países del norte. Avisados estábamos.