Hubo un tiempo en que la Llotja de Mar, sede de la Cámara de Comercio de Barcelona, era uno de los epicentros principales de la actividad económica y política. Personalidades del mundo empresarial, pero también dirigentes públicos, tenían una cita ineludible en este emblemático edificio, situado en el Pla de Palau y que, el 21 de diciembre de 2018, fue rodeado por los Comités de Defensa de la República (CDR) en protesta por la reunión del Consejo de Ministros que, de forma extraordinaria, se celebró en Barcelona.

Cuatro años después de aquellas protestas en las que un mosso d'esquadra que formaba parte del cinturón de seguridad pronunció la memorable frase “¡la República no existe, idiota!”, los CDR duermen el sueño de los justos. Incluso los jueces acusan fatiga procesista y, precisamente ayer, absolvieron a dos activistas condenados por esos desórdenes públicos.

Todo apunta a que los CDR se autodisolvieron, no así su espíritu que, ironías del destino, dio el salto a la Cámara de Comercio en forma de candidatura independentista impulsada por al Assemblea Nacional Catalana (ANC). Eines de País preside desde 2019 esta organización gremial, que rinde honores al Consejo para la República y elimina coronas monárquicas de su logotipo. Pocos habían reparado en ese emblema, pero en eso se entretiene esta entidad, que tras el salto a la política de Joan Canadell, lidera Mònica Roca.

El manifiesto que reconoce la figura de Carles Puigdemont demuestra que, actualmente, la Cambra es tan fake como el gobierno que el expresidente catalán lidera en Waterloo. La histórica entidad languidece entre soflamas identitarias y delirios independentistas --memorable el intento de reclutamiento de mujeres independentistas en la Cámara de Terrassa--, mientras que pierde influencia y presencia en el ámbito económico. Ni siquiera Canadell, su primer referente, ha logrado entrar en el Gobierno catalán y actualmente ejerce de soldado raso en el Parlament. ERC dejó muy claro que no quería en el Consell Executiu a personajes como Canadell o Ramon Tremosa, bizarrísimos en sus posturas separatistas. ¡Qué gran jugada la de este empresario, que lanza tuits como si no hubiera mañana, convencido de que en esos mundos paralelos --redes sociales, Waterloo...-- tiene algún tipo de ascendente.

Mientras otras instituciones como el Círculo de Economía, Foment del Treball o Pimec permanecen atentas a la necesaria reconstrucción posCovid y favorecen el debate sobre lo que realmente importa, esto es, la economía productiva, la Cambra solo dialoga con el fugado. ¡Albricias, estamos salvados! Al parecer, Puigdemont está más accesible ahora que cuando gobernaba Cataluña. Se quejaba el presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, de que cuando los empresarios llamaban a Jordi Pujol, respondía, pero Puigdemont ni se ponía al teléfono.

Quienes dirigen la Cambra no quieren diálogo con el Gobierno, pero sí con Waterloo. Rechazan símbolos borbónicos, pero coronan a quien se ha vuelto irrelevante tanto en su partido, Junts per Catalunya, como en la política catalana. Y entre tanta pompa y boato, Canadell, Roca y los suyos se olvidan de lo esencial, de ofrecer un buen servicio a las empresas y contribuir a la regeneración del tejido económico y social. Y de ser transparentes en sus tratos con las administraciones. La Oficina Antifraude de Cataluña (OAC) obligó a esta organización a mejorar la publicidad de sus contratos y convenios públicos.