El ser humano es maravilloso y desconoce qué significa la palabra mesura. Si se le permite hacer algo, sobre todo si es una actividad que durante un tiempo le ha estado restringida, sale a realizarla en tromba, como si no hubiera un mañana. Una muestra de ello es el colapso de la AP-7 este fin de semana, aunque las imágenes –con permiso de la pandemia– se repiten desde que se levantaron los peajes. Porque sí, porque queremos utilizar todos la autopista. La Administración no sabe cómo abordar lo que ya considera un problema; el tráfico ha aumentado un 40% en esta vía desde que está abierta a todos los públicos.
¿Nos gustan los peajes? Por lo general, no; de lo contrario, no habría aumentado el tráfico de este modo en cuanto los han quitado. ¿Nos gustan las colas? Tampoco. Pues a ver qué hacemos... porque todo no se puede tener. Una de las opciones es cerrar la AP-7 a los camiones en fin de semana. Bueno, puede ayudar y seguro que se puede ordenar mejor la movilidad de vehículos pesados. Otra alternativa podría ser recuperar las barreras de pago, sea con las tarifas originales o reducidas. O, por qué no, poner semáforos en ciertos puntos para regular el tráfico, aunque vistas las colas que se generan en el túnel de Glòries mejor olvidarlo. Porque lo de ir en autobús, como sugiere el director de Trànsit, era una broma, ¿no? Eso no quita que haya que mejorar la red de transporte público de Cataluña.
El caos en la autopista, sin embargo, plantea que el problema es más profundo: parte de la forma de organizarnos como sociedad. Está el mundo montado de manera que todos tenemos los mismos festivos y las mismas fechas de vacaciones. Sin apenas flexibilidad. Es una cuestión cultural, pero ¿por qué no cambiarlo? Antaño no había inconveniente, pero hoy el ocio está democratizado, y se puede viajar por muy poco dinero, con lo que aumentan los desplazamientos en los mismos días. Otra cuestión es el trabajo. Si realmente se implanta el teletrabajo, o se alcanza un modelo mixto –incluso sin horarios muy delimitados—, será más fácil esponjar las operaciones salida y retorno durante la semana.
Por último, nos encontramos con la aglomeración de vecinos en unos pocos municipios. Si se promueve el esparcimiento por la Cataluña más vacía y se invierte en ello para que este cambio de modelo sea posible, también ayudará a regular el tráfico; ahora mismo, son mayoría los que parten del mismo sitio y regresan a ese punto. Otra cuestión relacionada con ello es por qué hay tantas ganas de huir de casa a la mínima oportunidad. Tal vez porque las casas de hoy son lugares para dormir, pero no para estar, en especial en las ciudades, pero ese es otro debate. Por lo tanto, el problema de los atascos no parece tener una solución clara; habría que cambiar muchas cosas para alcanzar un equilibro que, hoy por hoy, ha caído por la eliminación de los peajes. Lo único evidente es que no se puede tener todo.