La consejera Gemma Geis está enfadada. Más bien, furiosa. O, incluso, rabiosa. ¿El motivo? Que la Asociación de Fiscales ha retuiteado un artículo de Crónica Global.

No se trata de un tuit sobre una opinión o un editorial de este medio. Tampoco es un tuit sobre un análisis particular desde el punto de vista constitucionalista. Ni siquiera es un tuit crítico con el Govern, ni con la consejera de Investigación y Universidades. No. Tan solo es un tuit que recoge una información factual: “Más de 1.800 abogados exigen al Govern que cumpla las sentencias lingüísticas”.

De hecho, el titular de Crónica Global se limita a describir los hechos sin aportar ninguna valoración y coincide con el de otros medios y agencias.

Pese a ello, Geis ha salido en tromba. “Una asociación de fiscales españoles cita como fuente una noticia de Crónica Global. Esto en un país de una mínima calidad democrática y de un sistema judicial independiente sería inaudito. Aquí pasa totalmente desapercibido. ¿Alguna cosa que decir, Ministerio de Justicia?”, ha depuesto la honorable señora en su cuenta de Twitter.

Es evidente que las palabras de Geis nos llenan de orgullo y satisfacción en Crónica Global. Que nuestra simple presencia en un tuit de una asociación de fiscales genere inquietud en quienes controlan la Generalitat es señal de que estamos cumpliendo con nuestra labor de fiscalización del poder.

Es más, que a la diputada no le moleste que la Asociación de Fiscales retuitee noticias de Eldiario.es, El Mundo, El Confidencial o El Independiente –entre muchos otros– pero encolerice con un retuit de nuestro medio nos lo tomamos como un reconocimiento a nuestro trabajo. Gracias, consejera. Su desprecio y su odio es un chute de ilusión y energía para todo el equipo de profesionales que conforman Crónica Global.

Sin embargo, la actitud de la consejera –como ella misma dice– no debería pasar desapercibida pues revela los tics totalitarios del proyecto independentista, incompatibles con el ejercicio de la libertad de expresión propio de una democracia occidental.

El reciente caso del incómodo periodista Xavier Rius, al que el Govern se ha visto obligado a readmitir en sus ruedas de prensa por orden judicial tras retirarle la acreditación con excusas peregrinas, es otra señal inequívoca de por dónde van los tiros. Acciones que en algunos casos superan los ataques más reprobables de Trump contra los medios y que escandalizaron al planeta.

Todos recordamos cuál era el plan que tenía Carles Puigdemont para controlar la justicia mediante las leyes de ruptura redactadas en 2017. Y planteamientos como el de Geis –muy cercana al expresident fugado– muestran qué tipo de sistema mediático aspiran a instaurar en Cataluña: servil, sumiso y domesticado.

Es evidente que en buena medida lo han conseguido, pues la mayoría de la prensa catalana recibe tal cantidad de subvenciones –muchos quebrarían de inmediato en caso de que se les cerrara ese grifo– que podemos calificarlos de medios concertados.

No es el caso de Crónica Global, que seguirá incomodando al poder y denunciando sus actitudes totalitarias día a día.

Y, por cierto, del silencio del Colegio de Periodistas de Cataluña ya no vale la pena ni hablar...