El Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC) se define como “la autoridad independiente de regulación de la comunicación audiovisual de Cataluña” que “tiene como finalidad velar por el cumplimiento de la normativa aplicable a los prestadores de servicios de comunicación audiovisual, tanto públicos como privados”.
“El CAC tiene como principios de actuación la defensa de la libertad de expresión y de información, del pluralismo, de la neutralidad y la honestidad informativas, así como de la libre concurrencia del sector”, añade. Y destaca entre sus funciones la de “velar” por el “pluralismo político, social, religioso, cultural, de pensamiento y lingüístico”.
Por eso, el acuerdo alcanzado por el PSC con ERC y JxCat para situar a Xevi Xirgo como presidente del CAC no puede calificarse de otra forma que escalofriante. ¿No habíamos quedado que había que destalibanizar las instituciones autonómicas? ¿De verdad la única alternativa para sustituir al ultra Roger Loppacher era el extremista Xirgo?
Sorprende que los socialistas hayan dado su visto bueno a nombrar a un activista independentista e hispanófobo radical al frente del organismo que debe velar por el pluralismo mediático en Cataluña.
Como director de El Punt Avui (uno de los medios que más subvenciones ha recibido en las últimas décadas), Xirgo se ha pasado años arremetiendo contra cualquier cosa que oliese a constitucionalismo, incluidos los medios a los que ahora supervisará.
En el verano de 2017, por ejemplo, publicó una serie de consejos para los independentistas de cara al referéndum secesionista ilegal del 1-O (del que fue uno de los principales promotores). En aquel artículo, titulado 100 cosas que podéis hacer, recomendaba, entre otras, “no escuchéis según qué tertulias”, “no leáis El Mundo”, “ni La Razón”, “no leáis El País”, “pensaros bien qué diarios editados en Cataluña leéis”, “no miréis Intereconomía”, “ni los informativos de TVE”.
La obsesión contra los tertulianos de los medios de comunicación que no son afines a las tesis independentistas es una constante en sus artículos. “Tampoco hace falta, claro, estar todo el día hablando del proceso (descansen un poco), ni escuchar según qué tertulias llenas de unionistas disfrazados (mejor, escuchen música)”, decía semanas después en su despedida por las vacaciones.
Tras los atentados del 17A, volvía a la carga contra la prensa no secesionista. En aquella ocasión, contra Telecinco, La Gaceta e Intereconomía. En otras piezas, arremetía contra 13TV y contra TVE. Y en otros artículos, volvía a la carga contra El Periódico (acusándolo de mentir), El Mundo y El País. “Ser periodista no tiene que estar forzosamente reñido con tener sentido común. Aunque ayer, leyendo los editoriales y algunos artículos de opinión (verguenza ajena) de El Mundo y El País, pudiese parecerlo”, señalaba.
Su currículum periodístico es una constante alabanza al expresident Carles Puigdemont (libro incluido) y los dirigentes de JxCat (con puyas constantes a ERC por blandos y por ir a la “mesa de diálogo”), una denuncia insaciable contra la “represión” de España y una crítica infinita contra el Estado español, el Gobierno de España, el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Rey, la Policía Nacional, la Guardia Civil y los partidos constitucionalistas (las mofas hacia Cs son innumerables).
Xirgo se refiere siempre a los condenados por el procés como “presos políticos” pero se irrita cuando alguien califica a Puigdemont de “fugado” o se atreve a alertar de los problemas de “convivencia” en Cataluña. El periodista también se enfuerece porque la justicia haya ordenado restablecer un tímido bilingüismo escolar (con apenas un 25% del horario lectivo en español).
En los meses previos al 1-O, Xirgo fue uno de los articulistas más incendiarios animando a los nacionalistas a salir a la calle para lograr la secesión de forma unilateral. Estaba “a tocar”, decía, y auguraba que tras el referéndum “Cataluña proclama su independencia”.
“Se ha acabado, señores míos, la pedagogía con España. Tiramos por el camino del medio. Y se han acabado, consejeros míos, los miedos y los temores”, señalaba para exigir al Govern que siguiera con el procés hasta el final.
Tampoco se cortaba un pelo a la hora de arremeter contra el PSC –en una pieza de julio de 2017– por haber reclamado en el Parlament que TV3 compensase el tiempo dedicado a un acto independentista sobre la ley del referéndum con la emisión de actos constitucionalistas. Xirgo calificó aquella petición en defensa del pluralismo político de “ridícula” y “sesgada”.
Pues este es el tipo que fiscalizará los medios audiovisuales en Cataluña y velará por la libertad de expresión y de información, por el pluralismo, por la neutralidad y por la honestidad informativa.