La Comunidad Valenciana lo ha vuelto a hacer. Pasar por delante de Cataluña. Esto no va de competiciones entre autonomías, pero sí de formas de gestionar una crisis, como en este caso la pandemia. El Govern, de nuevo dubitativo y a remolque de la presión de los alcaldes, decide ahora seguir la “vía valenciana” y recupera el toque de queda en 158 municipios. Mientras nuestros vecinos fronterizos, gobernados por Ximo Puig, luchaban para evitar que el coronavirus disparara las desigualdades sociales y lograban despegar económicamente en pleno estado de alarma, el gobierno catalán se dedicaba a lo que mejor sabe hacer: azuzar el conflicto interterritorial hasta el punto de asegurar que, con la independencia, habría menos muertos.
Que Madrid supere a Cataluña en dinamismo se debe, según el discurso del Govern, a su condición de capital del Estado. Una excusa que no vale para Valencia, que supo adelantarse a las necesidades sociales. Sirva de ejemplo que, en junio de 2020, a cuatro días del final de curso escolar y según los datos proporcionados por la propia Consejería de Educación, miles de niños catalanes carecían de ordenadores y acceso a internet para seguir el curso desde casa, mientras que en autonomías como Aragón o la Comunidad Valenciana se cubrieron las necesidades antes de Semana Santa.
Tarde y mal. Así respondía y responde el Govern a las urgencias del Covid. La llegada de Pere Aragonès a la presidencia de la Generalitat no ha provocado cambios significativos en ese sentido. Nuestros dirigentes recomiendan mucho y gobiernan poco. Y cuando lo hacen, se enredan en chapuzas jurídicas. Bienvenida sea la fórmula valenciana, porque está claro que hay que tomar medidas ante el descontrol pandémico, pero cuidado con presentar ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña un nuevo bodrio normativo, como ocurrió con la suspensión de las elecciones del 14F o con el cerrojazo de bares y restaurantes.
Dicho de otra manera: menos pensar en la vía kosovar, cruenta y empobrecedora para este país balcánico, y más en la vía valenciana que, insistimos, nos pasa por delante en materia educativa. ¿El secreto? Comunicación permanente con sindicatos, patronales y padres, inversiones para garantizar la gratuidad de los libros, refuerzo de la FP y de la educación de 0 a 3 años --con aulas en el sistema público para niños de dos años--, contratación de 8.000 profesores e innovación curricular. Es en eso en lo que debemos asimilarnos, en la gestión bien hecha, y no en un pancatalanismo identitario que solo busca confrontación y responde a intereses políticos que distraen de lo importante.
Lo dijo Miquel Iceta, flamante ministro de Cultura, en una entrevista con Crónica Global: "Siento envidia de lo que ha hecho el Gobierno de Ximo Puig". Y aunque nada es perfecto, nosotros también.