Pedro Sánchez trata de sacar adelante una investidura en segunda vuelta que permitiría un Gobierno formado por el PSOE y Unidas Podemos. La clave de bóveda de esa frágil mayoría está en manos de ERC, una formación que persigue la ruptura del Estado, cuyo presidente ha sido condenado a 13 años por sedición con malversación y cuya secretaria general huyó a Suiza, donde invierte todo su tiempo en denigrar la democracia española.
Es evidente que no se trata de unos socios parlamentarios muy deseables, pero aún son peor como gobernantes de Cataluña, una de las autonomías más importantes del país por su peso económico y demográfico. Los republicanos participan en el chantaje permanente al que los nacionalistas someten al resto de los catalanes, y lo hacen desde el Govern y desde las calles.
Los ciudadanos de Cataluña se ven sometidos al asedio permanente de estos activistas cuando entran o salen de Barcelona, por ejemplo, tanto si lo hacen por carretera como por tren. La Generalitat, que lo tolera y lo fomenta --ahí están el mismísimo presidente y su esposa participando en ese tipo de acciones--, prefiere considerar que se trata de manifestaciones pacíficas para mantener viva la llama de las protestas mientras medio Govern se sienta con los representantes del PSOE para negociar una abstención en la investidura de Sánchez. (¿Es posible que esté ERC detrás de Tsunami Democràctic?)
A lo máximo que puede aspirar el secretario general del PSOE es a que ERC y UP le ayuden a aprobar unos Presupuestos Generales que luego prorrogaría, porque ya cuenta con que se trata de apoyos efímeros y a un precio altísimo. O sea, gobernar dos años.
El PP vive una situación difícil que lo mantiene paralizado, incapaz de emitir una idea más constructiva que la acusación diaria contra Pedro Sánchez. Ciudadanos está en la UCI y la única líder que ha sobrevivido no se atreve a hacer el Valls que necesita el país. O sea, el camino de dejar gobernar que recorrió el PSOE con Mariano Rajoy es imposible.
¿Habría que convocar unas terceras elecciones? Quizá, pero es más que probable que no facilitaran la gobernabilidad, que los españoles --tozudos-- volvieran a equivocarse; incluso puede que solo beneficiaran a Vox.
En esta tesitura, ¿por qué no buscar una salida de emergencia, un equipo de técnicos con un programa de mínimos con el apoyo parlamentario más amplio posible, por encima de los 200 diputados? Dos ejes básicos, además de los Presupuestos: el cambio climático que se propone la Comisión Europea y la reforma de las pensiones que necesitamos los españoles. Si, como anuncia Luis de Guindos, las elecciones británicas y el adiós a la guerra comercial entre EEUU y China van a permitir a la Unión Europea salir de la desaceleración en unos meses, ¿por qué no intentarlo para una legislatura?
Una situación económica que no exija grandes sacrificios --como sí le sucedió a Italia cuando tuvo que recurrir a un Gobierno tecnócrata en 2011-- daría un respiro para ir solucionando los grandes problemas del país, o por lo menos para ir tirando, y que permitiría abordar el conflicto nacionalista catalán sin premuras ni chantajes.