El que era comisario de información de los Mossos d'Esquadra Manel Castellví ha prestado uno de los testimonios más contundentes contra la estrategia de los acusados por el 1-O de cuantos han pasado por el Tribunal Supremo.
Incluso más que el del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, que aun siendo sólido algún miembro del tribunal puede considerar sesgado. Pero el de Castellví no lo es en absoluto: se trata de uno de los nuestros que no ha querido mentir y ha contado que el cuerpo de los Mossos d’Esquadra informó al Govern en pleno de lo que, previsiblemente, iba a ocurrir el 1-O: violencia. De ahí la importancia de su declaración, que proseguirá el lunes.
El señor Castellví ya ha sido insultado y arrastrado en las redes; le han puesto a parir en las tertulias de los medios públicos y concertados de Cataluña, y veremos si alguien se atreve a hacer pública la dirección de su domicilio o a ir a su casa a hacerle escraches. Su declaración ha cogido por sorpresa al mundo soberanista, que no ha tenido tiempo de publicar informaciones previas a su comparecencia intentando ridiculizarle.
El alud de insultos que han recibido Montserrat del Toro, la secretaria judicial que encabezaba la comitiva asediada el 20 de septiembre de 2017 en la Consejería de Economía, y Enric Millo, el exdelegado del Gobierno en Cataluña, no pueden explicarse sin el montaje creado en torno al juicio por el nacionalismo. Lo han convertido en un partido de fútbol en el que los árbitros están en la tele y la radio, y cuando hay algo que no les gusta descalifican a los testigos sin el menor reparo condicionando así las reacciones de los hooligans en las redes.
Es una forma de hacer política gamberra, con perdón, pero es el calificativo más ajustado a la actividad de Carles Puigdemont, por ejemplo, tratando de dar la puntilla a Millo en Twitter. El expresidente es uno más de los hooligans que señalan los objetivos a batir con muy pocos escrúpulos. Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que presume de colarse en un acto del Parlamento Europeo? Lo de Ada Colau, en la misma red, no tiene nombre, aunque ya nos ha acostumbrado a colarse en todos los saraos buscando protagonismo.
Millo, un hombre en situación de fragilidad política y personal que ha cometido varios errores –no evaluar correctamente los riesgos de violencia antes del 1-O; entrar al trapo de quienes le denigran en las redes--, también ha tenido la hombría de dar la cara, cosa que sus jefes en aquel momento --Rajoy, Sáenz de Santamaría, Zoido-- no han hecho.
Estos episodios por relevantes por muchos conceptos: tratar de la forma en que el nacionalismo trata las personas que no coinciden con el establishment catalán no es en absoluto democrático, pero sobre todo revela lo que se mueve en el fondo de este nuevo movimiento nacional.