Joaquín Gay de Montellà Ferrer-Vidal cumplirá el próximo 28 de septiembre 68 años. Su edad sería una magnífica excusa para intentar una salida por la puerta más ancha de Foment del Treball, patronal que preside desde el 14 de marzo de 2011, cuando Juan Rosell utilizó el dedazo inventado por José María Aznar para designarle como su repuesto al irse a hacer las Españas en la CEOE.
Hombre de una exultante simpatía y capacidad para las relaciones públicas, jamás fue considerado por sus próximos como un gran estratega para liderar el empresariado. Lo cierto es que sus hipotéticas carencias durante esos siete años han sido suplidas por muchas horas de trabajo y dedicación a la institución que lidera las grandes empresas catalanas y a las de menor tamaño que están confederadas, de una u otra manera.
Gay de Montellà le ha cogido el gusto a la representatividad empresarial. Primero en Foment y después en CEOE, donde Rosell lo convirtió en vicepresidente y responsable de la comisión internacional. Amigo de viajar, al empresario se le acumulan los puntos de fidelización de las aerolíneas en su tarjeta requeteplus. Misiones empresariales, contactos con gobiernos y patronales extranjeras se han sucedido en su agenda profesional de los últimos tiempos, sin que ello haya comportado una mejora en su imagen ni reputación como líder empresarial.
Ahora, al hombre que recuerda que su tatarabuelo ya presidió Foment parece que le cuesta despegarse de las sillas acumuladas en el periodo último. Se vanagloria de cómo se ha comportado Foment ante la gravedad de la situación política catalana, orillando que cualquiera al frente de ese cargo hubiera estado obligado a defender la unidad de mercado, a criticar la locura política e institucional vivida y a lamentarse por el exilio social (y este sí es verdadero, no como el otro) de unos miles de sociedades catalanas, entre ellas las más importantes en términos de facturación y creación de riqueza, hacia otros puntos de España.
Gay de Montellà tiene nulas posibilidades de presidir la CEOE después de dos mandatos completos de otro catalán. El caché empresarial que se le atribuye juega en contra de su eventual candidatura. Aunque se simplifique, ya se sabe: uno no es cómo se ve, sino como lo ven los demás. Para más inri, los movimientos del candidato Antonio Garamendi hace años que se producen y a los confederados territoriales y sectoriales en la CEOE les parece correcto que alguien vinculado al aparato tome el relevo de un discutido Rosell, sobre todo después de que el asunto catalán contaminara toda la política española más que por sus profundas reformas internas.
Entre el empresariado de Barcelona se critica desde hace unos meses que Gay de Montellà haya intentado asegurarse puestos de relumbrón alrededor de las patronales o de las grandes empresas. Pero, y ahí radica su problema, el empresario hostelero lo ha hecho porque en todo ese tiempo no ha recibido ninguna oferta que estuviera a la altura de lo que él consideraba una adecuada continuidad a su papel en estos siete años.
A un burgués como él no le sirve sólo el dinero. Critica, por ejemplo, que Garamendi se haya puesto un sueldo como presidente de Cepyme. A Gay no le hace falta cobrar de Foment o de la CEOE y un puesto en una de ellas o, mejor aún, en un consejo de administración de una gran corporación lo valora más por la posición social que le otorga que por la retribución que tenga vinculada.
Todos estaban pendientes de si el todopoderoso Isidro Fainé intervendría en el asunto y buscaría algún acomodo final para Gay de Montellà. Lo cierto es que, como afirmaba Bob Dylan, los tiempos han cambiado y el presidente de la Fundación Bancaria La Caixa tiene los puestos limitados y demasiado comprometidos. No es descartable que con el embrollo que se está cociendo alrededor de la asociación empresarial catalana se vea en la obligación de poner paz y buscar algún agujero, pero la insistencia del interesado por permanecer en primera línea puede dificultar ahora cualquier movimiento.
A la burguesía catalana le va bien un perfil como el de Josep Sánchez Llibre, político procedente de la extinta Unió Democràtica y regresado a la empresa, para que pueda asumir la interlocución con la política desde una posición no independentista pero dialogante. A Gay de Montellà, con postulados más próximos al PP, lo consideran amortizado en consonancia con los resultados de esa formación en las últimas elecciones autonómicas.
Hoy será un día importante para Foment del Treball. O Gay de Montellà convoca elecciones a la presidencia y anuncia su retirada ante el clamor masivo o se hará más grande el ovillo del lío que ha suscitado. Seguro que prefiere la puerta ancha y espaciosa que la salida más pequeña y trasera que le asignarán si persiste en atrincherarse en sus posiciones. Con la presidencia de Fira de Barcelona, de la Cámara de Comercio y de las dos patronales pendientes de decidir, quizá se imponga un pacto de generosidad entre quienes deben decir adiós y los que vienen empujando. De lo contrario, los independentistas de Cecot, del Cercle Català de Negocis y otros seguirán progresando, una vez más, por incomparecencia y los líos del contrario.