El republicano e independiente presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, ha enviado una misiva al ministro del Interior del monárquico Gobierno de España, Fernando Grande-Marlaska, para reclamar explicaciones por varios pequeños sucesos acontecidos en la comunidad autónoma y saber qué medidas piensa adoptar para resolverlas. Aquí los hechos.
Olvídense de lo que se exige en la carta. Centrémonos, de momento, en el hecho en sí: ¿qué hace Torra pidiendo explicaciones al ministro de Interior del país vecino? ¿no estábamos en la ficción institucional de actuar como un Estado independiente, soberano y republicano? ¿es un pseudoconflicto diplomático o a Torra le ha aflorado el autonomismo en su escalada de incoherencia? Aquí una interpretación.
Torra habla de violencia en Cataluña. Él y sus gregarios pensaron que cualquiera de los movimientos de la supuesta revolución de las sonrisas sería libre y seguiría sin respuesta jamás. Vamos, que hasta los ridículos iban a prescribir sin reacción alguna. Así ha sucedido durante años. Esa realidad ha supuesto una corriente de relatos que se han alterado en su normalidad ahora, cuando una parte de la población, de manera casi espontánea, ha decidido que frente a la provocación la mejor respuesta era una acción análoga. Tú pones, yo quito; más o menos.
Que los lazos arrancados sean una forma de violencia pero, en cambio, saltarse las leyes comunes o sentencias de los tribunales o la mera actuación partidaria de las instituciones que debieran actuar con neutralidad sean civismo es cómico. “No es lo mismo plantar flores que arrancarlas”, defienden como si de repente además de civilizados fuéramos todos hippies. La paradoja siempre está en que el independentismo aposenta un estado de opinión determinado. Esa batalla está perdida porque, no hay que cansarse de recordarlo, el nacionalismo lleva siempre ventaja por la sempiterna incomparecencia del adversario, sea el Estado que se quiere violentar o la parte de la sociedad disconforme.
Estará bien conocer cuál será la contestación del jurista Marlaska a Torra. De momento, lo más divertido de este nuevo episodio de hilarante política catalana es la respuesta pública que Teresa Cunillera, delegada del Gobierno en Cataluña, le ha dado al presidente catalán: "Oiga, que ya si eso, después de vacaciones, quizá le responda...". No podía dejar de relacionar a Torra con aquella Isabel Gemio que al comienzo de los 2000 llevó a las pantallas de televisión un programa basado en las misivas. Hay una carta para ti se llamaba. Sabíamos que al político le gustaba escribir algunas cosas pasadas de vueltas, pero sabíamos poco sobre sus gustos televisivos. Ahora ya nos vamos conociendo mejor, president.